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viernes, 29 de octubre de 2010

Saturrarán, el balneario que Franco convirtió en penal

TRIBUNA ABIERTA 


POR BRAULIO HERNÁNDEZ MARTÍNEZ - Viernes, 29 de Octubre de 2010 
Está en cartelera Izarren Argia, la película que cuenta la historia de un grupo de mujeres presas en Saturrarán, antiguo balneario habilitado por Franco como cárcel para mujeres peligrosas. Por él pasaron casi 4.000 mujeres y 57 niños. 120 mujeres murieron en sus húmedos barracones, y "algunas de esas criaturas, tras cumplir los cuatro años, fueron arrebatadas a sus madres".
En Saturrarrán, además de mujeres vascas, hubo presas de otras regiones. Como por ejemplo las hermanas salmantinas Leonor y Encarna Ruipérez, maestras, de Peñaranda de Bracamonte. Una hija de Leonor, Matilde Garzón Ruipérez, de 84 años, catedrática de latín jubilada, manifiesta que "sólo conociendo la historia lograremos que no se repitan hechos semejantes". Gran creyente, es autora de un libro: Memoria y esperanza. Dice que "está por escribirse una historia del pueblo, y falta una compilación orgánica de relatos escritos y orales de las personas que, en carne viva, experimentaron las consecuencias de la Guerra Civil y la dictadura".
Cuenta Matilde que sus padres les educaron "en valores humanos y democráticos, en un ambiente de libertad, sin prejuicios religiosos". Ella rozaba los 10 años cuando estalló la sublevación contra la República. Su padre, Paco Garzón, no estaba adscrito a ningún partido; pero era republicano y tenía especial simpatía por Fernando de los Ríos (defensor de un socialismo humanista) y por Manuel Azaña. Su madre, maestra nacional, admiraba al ministro Marcelino Domingo.
Entre sus recuerdos imborrables está la fecha del 11 de julio de 1940. Hacía más de un año que había terminado la guerra, pero la tragedia seguía golpeando, sin piedad, a cientos de miles de españoles. Era mediodía, ella jugaba a la pelota, y fueron a buscarla. El cartero había llevado a su casa dos telegramas de Biarritz. Uno comunicaba que su padre estaba grave. El otro que había muerto. Su madre (y su tía Encarna) estaban presas en Saturrarán.
A su padre, el golpe del 18 de julio del 36 le sorprendió en Jaén, donde hacía un año que se mudaron (fue nombrado subdirector en La Unión y el Fénix). Unos días antes, él les había llevado a Peñaranda; regresando él a Jaén, llevándose a su hijo Higinio y a un sobrino, Martín, con la idea de volver en quince días: irían a la playa. Varios tíos y primos de Matilde fueron detenidos y llevados a la cárcel de Salamanca. Su padre, empeñado en regresar, fue avisado, con mensajes cifrados, para que desistiera: los tíos están en el colegio. Paco, con su hijo y el sobrino, se dirigieron a Francia. Matilde recuerda "las camionetas siniestras girando por la plaza del pueblo" cuando iban a por su tío Salva (el alcalde). No lo encontraron porque se reponía de una pulmonía en Navalperal de Tormes. Allí fueron a buscarlo, pero en el camino un guardia civil respondió por él y no lo asesinaron.
En Peñaranda, donde el nuevo curso escolar había sido inaugurado con un acto político religioso, La procesión de los crucifijos, la tragedia familiar se agudizó el 17 de noviembre del 36. Estando en el recreo, Matilde vio salir a su tía Encarna, maestra, esposada entre dos guardias civiles. "Tuve un extraño presentimiento y salí corriendo a casa… encontrándome a mi madre haciendo la maleta". En medio de la atroz desolación, ambas madres fueron conducidas a la prisión de Salamanca. El abuelo Higinio y sus dos hijas solteras cargaron con ocho huérfanos. Llegaron los juicios. Todos fueron acusados bajo el mismo sambenito: auxilio a la rebelión. Casi todos los varones fueron destinados al fuerte de San Cristóbal, en Pamplona; el tío Germán a Celanova (Ourense). Leonor y Encarna a Saturrarán: un complejo insalubre, regentado, con dureza, por las monjas Mercedarias.
Entre los tesoros que conserva Matilde está una foto, tomada en 1931, poco antes de proclamarse la República. En un viaje de negocios de su padre a Madrid, acompañado de su cuñado Jesús, asistieron por la tarde al teatro. Al terminar la función sonó la marcha real y el público pataleó. Al salir, la Guardia Civil hizo una redada y su padre, que no pudo escapar, fue llevado a la cárcel Modelo donde, durante ocho días, se codeó con los líderes del republicanismo. Allí recibió la visita de Alfonso, el famoso fotógrafo (y autor del reportaje de su boda), que iba a visitar a aquellos famosos presos políticos. Éstos acordaron con Alfonso que éste les hiciera una foto en el patio. Fue "hecha con un teleobjetivo de cartón desde un edificio contiguo a la cárcel". Una foto histórica cuyo pie decía: Comité Revolucionario de la República. De izquierda a derecha: Paco Garzón Baz,… Niceto Alcalá Zamora, Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Miguel Maura,…y Casares Quiroga. Gran error, puntualiza Matilde: "Mi padre estuvo en la cárcel Modelo de pura casualidad". Al terminar la guerra, aquella foto, tan querida por su padre, la tuvieron que quemar. Después la recuperaron.
Terminada la guerra, en la primavera del 39, Matilde viajó con su tía Deme y su prima Celia a Saturrarán. Su padre se las ingenió para antes verse con ellas en la raya fronteriza del puente de Irún, sobre el Bidasoa. Allí estaba él, "enjuto, demacrado, envejecido", con Higinio y Martín. "Mi padre me comió a besos… Pero tuve la sensación de que no volvería a verlo y pasé el resto del día llorando". Al día siguiente viajaron a Saturrarán, donde "ante la mirada cruel e impasible de los guardianes y de las blancas tocas consagradas a su vigilancia… no nos dejaron besar a nuestras madres: estaban entre dos filas de rejas muy separadas". Cuenta que su madre, Leonor, "maestra por vocación y con fina sensibilidad artística y espiritual", se ofreció a dar clases a las presas y a sus hijos. Y que las monjas "le hacían pintar estampas, paños de altar, cubre copones o cortinillas para el sagrario".
Su hermano Higinio y su primo Martín pudieron volver a España. Su padre, Paco, fue llevado, quizá por marzo de 1940, al campo de Gurs, donde 61.000 hombres, mujeres y niños permanecieron, como prisioneros, abandonados en la miseria y el hambre. Les escribió angustiado pidiendo avales con urgencia. "Debió de recibirlos, pero no lo supimos hasta después de su muerte. Debió salir del campo, enfermo, a primeros de julio, pues el 11 llegaron dos telegramas anunciando su muerte. Días después, una tarjeta suya en la que nos decía que ya tenía los avales, que lo había pasado muy mal con una pulmonía y que en cuanto se recuperara, se vendría". Veinte días después Leonor salía de Saturrarán "y al vernos de luto, supo la terrible noticia".
Matilde no se explica cómo pudo su madre, "con la intensa humedad que se sufría en Saturrarán y comiendo los gusanos que les proporcionaban en las lentejas", estirar su vida hasta los 98 años. Tras salir de la cárcel, Leonor Ruipérez fue inhabilitada durante dieciséis años más para la docencia. Ya nonagenaria, "devoraba los libros y cultivaba la memoria repitiendo en las noches de insomnio el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. La tía, Encarna Ruipérez, murió a los sesenta y siete, "invadida por un linfoma", cinco meses después que su esposo, Germán Sánchez.
No hace mucho, Matilde recuperó el sumario de su madre. Entre los delitos: "que se rumoreaba que acudió a la estación el 20 de julio para descarrilar un tren; que aprovechaba su profesión de maestra para difundir ideas marxistas; que había inducido a la rebelión"... "Resulta increíble que personas que se proclamaban católicas pudieran urdir tan inicuas calumnias para destrozar la vida de tantas familias". El pasado 28 de junio, en Terradillos, pueblecito salmantino, se inauguró su centro social. Lleva por nombre Leonor Ruipérez Cristóbal en honor a la primera maestra nacional con la plaza en propiedad en el pueblo.

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