VICENTA VERDUGO MARTÍ Y FERNANDO HERNÁNDEZ HOLGADO - Valencia - 19/10/2010
Cárcel de Ventas, Madrid, 4 de agosto de 1939. "No, peque, tú te quedarás aquí porque tú tienes que ser testimonio de esto que vas a vivir". Con estas palabras se despidió Virtudes González, una de las Trece Rosas, de su amiga Mari Carmen Cuesta, compañera suya en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Aquella noche, en la sala de menores de la cárcel, Mari Carmen fue testigo de la saca de Victoria Muñoz -que dormía a su lado-, de Martina Barroso y de Anita López Gallego, cuando las funcionarias fueron a buscarlas.
Virtudes, Victoria, Martina y Anita fueron fusiladas esa madrugada en las tapias del cementerio del Este junto a sus nueve compañeras. Mari Carmen, encartada en el mismo expediente, salvó la vida debido a su corta edad: 15 años. Una vida que dedicó a partir de entonces a dar testimonio de lo ocurrido, a cumplir la promesa que hizo a su amiga Virtudes. Condenada en enero de 1940 a la pena de 12 años y un día, recorrió los penales de Tarragona, Les Corts (Barcelona), Girona y Ocaña. Atrás quedaron los tiempos del entusiasmo republicano y de su labor durante la guerra, según declararía en los años setenta a Tomasa Cuevas, que recogió su testimonio.
Hasta su fallecimiento en Valencia, este 16 de octubre, nunca dejó de atender las peticiones que tantos le hicimos de recordar aquellos acontecimientos, el horror de aquella saca de las Trece Rosas que se llevó también a 43 hombres aquel mismo 5 de agosto, como ella siempre se encargaba de destacar, pese al sufrimiento que le producía revivir aquellos hechos, una y otra vez.
Me la imagino ahora con su amiga Virtudes, sonriente, después de haber cumplido con creces aquella promesa que tanto nos ha servido a todas y a todos, a las generaciones que vinimos después. Descanse en paz.
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