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lunes, 18 de octubre de 2010

El muro de los que faltan en Hernani


    • Acto de Lau Haizetara celebrado en la plaza de Hernani.
    • Landin, en el panteón de su hermano.

    HERNANI RINDIÓ AYER HOMENAJE A 200 FUSILADOS EN ESA LOCALIDAD DURANTE LA GUERRA CIVIL, EL 20 DE OCTUBRE DE 1938. EL ACTO ESTUVO PROMOVIDO POR LA PLATAFORMA LAU HAIZETARA GOGOAN Y POR EL AUTOBÚS DE LAS ESTRELLAS DE LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA PELÍCULA "IZARREN ARGIA".

    Iban Gorriti,  Lunes, 18 de Octubre de 2010



    EL globo azul sueña con poder derribar muros que sólo acotan vergüenza. Sin embargo, una mujer de 91 años lloró ayer en Hernani y desaprobó que se demoliera una pared vetusta, color rojo sangre, una del cementerio. Aquel muro, un día anónimo, fue paredón de 200 personas durante la Guerra Civil, entre ellos un hermano de la nacionalista vasca Maite Landin, Juan Antonio, el 20 de octubre de 1938.
    Ante numeroso público congregado en un acto por la plataforma Lau Haizetara Gogoan y por el autobús de las estrellas de la memoria histórica de la película Izarren Argia, Maite recriminó que aquella pared no exista. "Mi hermano fue fusilado aquí, donde había un muro. No sé por qué lo quitaron, aquellas piedras llenas de agujeros. "¿No era más hermoso haber dejado las piedras ensangrentadas con los agujeros de todos?", criticó en alta voz y emocionada hasta los huesos. Su voz entrecortada y nonagenaria rejuveneció con los aplausos espontáneos de todos los asistentes.
    No era para menos. El autobús de las estrellas de la memoria histórica viaja para sacar a la luz historias que Euskadi debe conocer y la suya es un ejemplo. El drama les ha seguido y perseguido por ser nacionalistas vascos. Su participación sin guión hizo sombra a los discursos del cementerio y de la plaza de Hernani.
    No es extraño que Maite Landin (Sestao, 1920) esté escribiendo en estos días sus memorias. Dos hermanos y su padre sufrieron el franquismo en el filo de la navaja de la vida. Su hermano Juan Antonio, recién licenciado en Derecho en Salamanca, regresaba de Baiona a Bilbao en el barco Galerna, como también lo hacía su amigo el cura José Ariztimuño Olaso, Aitzol, quien le enseñó euskera. "El barco fue vendido por 200.000 pesetas de entonces por los nacionales con toda la carga humana", valora Maite.
    Días después era fusilado a los 21 años en aquel muro que falta en Hernani. Aitzol, también, días después. "Agur, a los dos", envió y continuó su intervención con un "y no terminó la tragedia aquí".
    Otro hermano de Maite, Enrique, quiso honrar a Juan Antonio y trató de apuntarse en un batallón. "¡Quería ser gudari!", enfatiza Landin. Fue tres veces a inscribirse porque no llegaba a la edad. Tras conseguirlo fue hecho prisionero en el Dueso y en Puerto Santa María. La condena fue de 20 años y 1 día. "En los camiones que les llevaban a Cádiz morían las tres partes, asfixiados por el calor. Pero él era fuerte y lo aguantó". Murió joven. En Oiartzun vive un hijo que "quedó huérfano a los 7 años".
    El padre de Maite, Juan Landin Allende fue subdirector del Observatorio Meteorológico de Igeldo desde 1930. La Diputación le expulsó "y no lo repararon". Al regreso del exilio en Francia, detuvieron al padre. "Fuimos a Ondarreta para ver qué le iban a hacer y no estaba. Estuvo en Errenteria con los moros y le hicieron todas las vejaciones imaginables. Salió de la cárcel porque no querían que se muriese en ella". Vivió.
    Maite volvió al momento del fusilamiento de Juan Antonio. Éste pudo hablar tres minutos con su novia Pepita Sarasqueta antes de que voluntarios como el famoso escritor y actor José Luis de Vilallonga, marqués de Castellbell, se ofrecieran en este lugar a tirar del gatillo. Quien firmara el libro Conversaciones con D. Juan Carlos I de Españallegó a declarar que "era como matar conejos".
    Juan Antonio pidió a Pepita que pidiera el perdón de su familia hacia los que le fusilaban. "Yo fui la última porque no sólo mataron a mi hermano: mataron nuestra vida".
    Maitetxu dejó de hablar y se dirigió al panteón de su hermano, mientras el resto llevaba el clavel a la escultura de recuerdo. "Si oía llorar a mis padres, cogía la bicicleta y me iba a un monte a gritar. Ahora, mi sobrino, si me ve triste, me dice: Vamos al monte, a gritar".

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