Última actualización 28/05/2010@18:13:10 GMT+1
El caso de Jesús Díaz Carrasco podría ser uno más de los niños 'robados' durante la dictadura. Así lo cree su hermana que ha relatado a nuevatribuna.es su testimonio con pruebas que, a su juicio, demuestran que a su madre le robaron a su bebé para darlo en adopción nada más dar a luz.
NUEVATRIBUNA.ES / ISABEL G. CABALLERO 29.05.2010
Todo empezó hace cuatro años cuando falleció la madre de Cristina y Flor, Adela Carrasco Martínez, una malagueña afincada en Guipúzcoa que tuvo que pasar por el trance de perder uno de sus cinco hijos. Ocurrió en noviembre de 1967, en el hospital municipal de la Línea de la Concepción. Por aquel entonces se empezaban a utilizar métodos de parto sin dolor con anestesia general. El parto fue asistido con fórceps. Cuando despertó pudo tener a su pequeño en brazos. Era un varón y estaba aparentemente sano. Sin embargo, al día siguiente (como todos los recién nacidos fue trasladado al ‘nido’), la monja que ejercía de enfermera le comunicó que su hijo había fallecido por causas respiratorias. La misma religiosa le prohibió ver el cuerpo del bebé muerto por el trauma que ello iba a suponerle al tiempo que le dio palabras de aliento, aún era joven y podría tener más hijos, en ese momento ya tenía dos niñas, y todavía estaba por nacer otras dos, una de ellas Cristina, la misma que ahora busca a su hermano.
Durante muchos años nadie sospechó nada. Tampoco la madre. Cuando Adela falleció, sus hijas y su marido decidieron llevar sus cenizas al cementerio de La Línea e inscribir el nombre y la fecha de la defunción de su hermano de forma simbólica ya que después de la remodelación del cementerio en 1980 habían quitado su tumba. La sorpresa llegó cuando Cristina y Flor, que no recordaban exactamente la fecha del óbito, pidieron información en el registro del cementerio: allí no constaba, allí no había sido enterrado, aunque durante muchos años cada vez que iban de vacaciones a su lugar de origen, las hermanas visitaban la tumba junto a su padre (su madre nunca quiso entrar al cementerio); sobre la misma una lápida con un ángel y el nombre del niño.
La familia no dispone prácticamente de documentos que acrediten el fallecimiento y las causas, tan solo la ficha de inscripción de su madre cuando entró de parto en el hospital, pero lo que está claro es que en el cementerio no está Jesús Díaz Carrasco. “Mi hermano no existe ni como vivo ni como muerto y si no está inscrito es que no ha entrado nunca”, relata Cristina a este periódico con la respiración un poco entrecortada por el nerviosismo. Durante toda la mañana de este viernes ha estado dando entrevistas, primero a Telecinco y después a Canal Sur. Le inquieta que le recriminen que su caso es inverosímil: “Yo no estoy acusando a nadie. Sólo puedo demostrar que mi madre tuvo un niño por la hoja de ingresos pero no figura su muerte”, subraya.
Lo más sobrecogedor del caso es que su abuela paterna quiso ver a su nieto muerto y consiguió sacarse una foto con el bebé en el depósito de cadáveres. La abuela nunca aceptó que ese era el hijo de su hijo. Mantuvo que no se parecía en nada y que por su tamaño no era un recién nacido. La imagen siempre estuvo oculta a los ojos de Adela que tras perder a su pequeño sufrió una tremenda depresión que le provocó alopecia.
Toda la documentación del antiguo hospital municipal de la Línea se trasladó al Museo de Historia. Allí tampoco figura el documento donde se diga que ese niño murió y porque. Según cuenta Cristina, otras familias con casos similares tampoco han conseguido sus papeles y ninguno consta en el registro.
Pero Cristina y Flor se encontraron con otra pista inquietante en ese Museo. Cuando Flor pidió su ficha de nacimiento, en la misma constaban las iniciales de H y V. Es decir, según ese papel, su madre dio a luz a mellizos, una hembra y un varón, aunque este segundo varón nunca apareció ya que a Adela solo le entregaron una niña. Pudo ser un error y el hecho es que Cristina no quiere ahondar sobre este segundo supuesto del que no tiene ninguna prueba. Sin embargo, sí está convencida de que ese otro hermano que murió podría seguir vivo sin saber que pudo ser adoptado. No hay manera de seguir el rastro, tan sólo la confianza en que por azar un hombre que ahora tendría 43 años de edad vea una de las fotos de Cristina y Flor y encuentre algún parecido.
Pese a lo difícil de estos casos que se enmarcan en los niños ‘robados’ del franquismo, ambas hermanas quieren llevar el asunto, junto a otros que hayan pasado en Andalucía, a los tribunales a través de una denuncia conjunta.
Si alguien quisiera ponerse en contacto con Cristina puede hacerlo a través de este correo electrónico:
diaz2009@hotmail.es >cris.diaz2009@hotmail.es
Todo empezó hace cuatro años cuando falleció la madre de Cristina y Flor, Adela Carrasco Martínez, una malagueña afincada en Guipúzcoa que tuvo que pasar por el trance de perder uno de sus cinco hijos. Ocurrió en noviembre de 1967, en el hospital municipal de la Línea de la Concepción. Por aquel entonces se empezaban a utilizar métodos de parto sin dolor con anestesia general. El parto fue asistido con fórceps. Cuando despertó pudo tener a su pequeño en brazos. Era un varón y estaba aparentemente sano. Sin embargo, al día siguiente (como todos los recién nacidos fue trasladado al ‘nido’), la monja que ejercía de enfermera le comunicó que su hijo había fallecido por causas respiratorias. La misma religiosa le prohibió ver el cuerpo del bebé muerto por el trauma que ello iba a suponerle al tiempo que le dio palabras de aliento, aún era joven y podría tener más hijos, en ese momento ya tenía dos niñas, y todavía estaba por nacer otras dos, una de ellas Cristina, la misma que ahora busca a su hermano.
Durante muchos años nadie sospechó nada. Tampoco la madre. Cuando Adela falleció, sus hijas y su marido decidieron llevar sus cenizas al cementerio de La Línea e inscribir el nombre y la fecha de la defunción de su hermano de forma simbólica ya que después de la remodelación del cementerio en 1980 habían quitado su tumba. La sorpresa llegó cuando Cristina y Flor, que no recordaban exactamente la fecha del óbito, pidieron información en el registro del cementerio: allí no constaba, allí no había sido enterrado, aunque durante muchos años cada vez que iban de vacaciones a su lugar de origen, las hermanas visitaban la tumba junto a su padre (su madre nunca quiso entrar al cementerio); sobre la misma una lápida con un ángel y el nombre del niño.
La familia no dispone prácticamente de documentos que acrediten el fallecimiento y las causas, tan solo la ficha de inscripción de su madre cuando entró de parto en el hospital, pero lo que está claro es que en el cementerio no está Jesús Díaz Carrasco. “Mi hermano no existe ni como vivo ni como muerto y si no está inscrito es que no ha entrado nunca”, relata Cristina a este periódico con la respiración un poco entrecortada por el nerviosismo. Durante toda la mañana de este viernes ha estado dando entrevistas, primero a Telecinco y después a Canal Sur. Le inquieta que le recriminen que su caso es inverosímil: “Yo no estoy acusando a nadie. Sólo puedo demostrar que mi madre tuvo un niño por la hoja de ingresos pero no figura su muerte”, subraya.
Lo más sobrecogedor del caso es que su abuela paterna quiso ver a su nieto muerto y consiguió sacarse una foto con el bebé en el depósito de cadáveres. La abuela nunca aceptó que ese era el hijo de su hijo. Mantuvo que no se parecía en nada y que por su tamaño no era un recién nacido. La imagen siempre estuvo oculta a los ojos de Adela que tras perder a su pequeño sufrió una tremenda depresión que le provocó alopecia.
Toda la documentación del antiguo hospital municipal de la Línea se trasladó al Museo de Historia. Allí tampoco figura el documento donde se diga que ese niño murió y porque. Según cuenta Cristina, otras familias con casos similares tampoco han conseguido sus papeles y ninguno consta en el registro.
Pero Cristina y Flor se encontraron con otra pista inquietante en ese Museo. Cuando Flor pidió su ficha de nacimiento, en la misma constaban las iniciales de H y V. Es decir, según ese papel, su madre dio a luz a mellizos, una hembra y un varón, aunque este segundo varón nunca apareció ya que a Adela solo le entregaron una niña. Pudo ser un error y el hecho es que Cristina no quiere ahondar sobre este segundo supuesto del que no tiene ninguna prueba. Sin embargo, sí está convencida de que ese otro hermano que murió podría seguir vivo sin saber que pudo ser adoptado. No hay manera de seguir el rastro, tan sólo la confianza en que por azar un hombre que ahora tendría 43 años de edad vea una de las fotos de Cristina y Flor y encuentre algún parecido.
Pese a lo difícil de estos casos que se enmarcan en los niños ‘robados’ del franquismo, ambas hermanas quieren llevar el asunto, junto a otros que hayan pasado en Andalucía, a los tribunales a través de una denuncia conjunta.
Si alguien quisiera ponerse en contacto con Cristina puede hacerlo a través de este correo electrónico:
diaz2009@hotmail.es >cris.diaz2009@hotmail.es
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