HOMENAJE A PEPE
(SIN ACENTO EN LA SEGUNDA “E”)
A MI AMIGO JOSÉ BRIZUELA CAMARERO
HIJO DE PETRA CAMARERO “LA REGALADA” Y JOSÉ BRIZUELA
MENESES, VECINOS DE CASTRILLO DE LA VEGA.
Treinta años nos llevábamos pero a la hora de la verdad teníamos a un padre -él- y a un
abuelo -yo- por los que hemos estado luchando codo con codo durante dos años, sin
importarnos los kilómetros que nos distanciaban, sin escatimar a la hora de mandar
hacer cientos de fotocopias -autofinanciadas por los dos- para reparto gratuito,
charlando sobre libros que leíamos, escuchando y participando en charlas, acercándonos
a los “lugares de memoria” e indagando, apoyando en las exhumaciones, recuperando la
memoria investigando en centros de estudios, etc.
José y un servidor hemos aprendido mucho estando juntos (más yo de él y con él, por
supuesto), hemos sufrido y penado por todos los que murieron de mala manera, a manos
de asesinos que aún siguen impunes, no otros que aquellos fascistas (ya fuesen guardias
civiles, militares, falangistas, requetés o cualquier tipo de alimaña reaccionaria y
santurrona, chaqueteros, chivatos, “asustáos y meapilas”, etc.).
En nuestros casos, mi abuelo, republicano; su padre, libertario; a los dos, junto con
otros 700-800 de la Ribera del Duero, se los llevaron por delante, sin más. Y esa
impunidad ya citada, y que rechazamos, les ha permitido a todos ellos (asesinos directos
o cómplices) seguir viviendo y morir en cama, al igual que el mismísimo Dictador (otro
al que no le temblaba el pulso para firmar sentencias (de muerte) y después ir a misa,
confesar y comulgar (¡malditos impresentables todos, fieles representantes todos ellos
de la España fascista y reaccionaria que fue y que aún siguen alardeando de todo ello,
con mucho descaro, sin pedir perdón -salvo honrosas y excepciones- y creyendo todavía
que la guerra, la posguerra, la represión, el genocidio,…la GRAN BARBARIE que
implantaron fue “justo y necesario” y que “les estuvo bien”).
Quiero mostrar mi decisión aquí, por escrito, de seguir manos a la obra y dedicar a José
ese libro que está en elaboración y que espero (con todas mis ganas) que salga a la luz
el próximo año, pues él fue acicate y testimonio principal. Por ti, José; salud y libertad.
Jerónimo Jesús de la Torre Tapias
(I) SIN PAN Y SIN LUMBRE
“NINGÚN NIÑO SIN PAN,…..
NINGÚN NIÑO SIN LUMBRE”
Propaganda fascista que se mostraba en las carreteras,
a la entrada de los pueblos; entre otros, Castrillo de la Vega.
(La verdad era muy distinta)
Así cuentan las personas de Nava de Roa que rezaba en los carteles junto a las
carreteras cuando iban en carro hacia Aranda de Duero, recién acabada la guerra.
Tomás para entonces era muy jovencillo pero, aún con todo, ya sabía -al igual que sus
amigos del pueblo- lo que suponía pasar hambre, tener que ir a comer fideos de la
caldera o perola que preparaban los italianos o enterarse de los asesinatos que estaban
ocurriendo y los que ya se habían cometido.
“Sin pan y sin lumbre”, exactamente era lo que muchísimas familias padecían a diario,
y todo “gracias a Dios…y al Caudillo”. En Castrillo de la Vega fue donde vio por
primera vez aquel mozalbete los cárteles y ya se dio cuenta de la farsa inmensa que era
todo aquello, pues asesinatos, cárceles, campos de trabajo, exilio, hambre, pelo al cero,
ricino, requisas en las sociedades obreras, robos en las casas, corrales, bodegas,
graneros,…, era algo común, pero imposible de denunciar. (¿A quién?, ¿a los mismos
ladrones?). “¡Qué mal pintaba todo esto!”, se decía Tomás.
Por unos y otros, con mucho cuidado, la gente más afectada y sensible con los hechos
lamentables se iba enterando de tanto “paseado”, “huido”, “topo”, desaparecido (¡ja,
“desaparecido”!), preso, parado, señalado con el dedo por “rojo”, sindicalista o concejal
republicano,…, vamos, “significados” que decían, y todo por no pensar como ellos, por
no apoyar a las derechas (al fascismo, digámoslo ya); aunque también sabían que se
debían andar con mucho tiento y ojo al hablar, pues los cómplices, soplones,
colaboradores, vendidos (por 4 perras), chaqueteros y “mata-hambres” a costa de
cualquier cosa, podían escuchar en cualquier esquina…e “ir con el cuento”.
Y es que los niños, tanto en la guerra como en posguerra, al igual que las mujeres y los
ancianos, sufrieron mucho, pues vieron cómo sacaban engañados a los maridos, padres
o hijos para ser encarcelados, asesinados, etc., y además ser obligados a trabajar para
otros, dejando a edad temprana de ir a la escuela muchos de ellos, etc.
En Castrillo de la Vega vivían por entonces muchos niños que sufrieron lo indecible
también. Décadas después yo sí pude conocer a varios de aquellos, y me contaron su
historia; entre ellos, José Brizuela Camarero, al que hoy rindo y rendimos el homenaje,
tras 8 décadas de lucha continuada en las que José batalló para que se reconociera
aquella injusticia y barbarie.
NOTA:
Todos los represaliados merecen su consideración, reparación, recuperación de nombre,
entierro digno y, antes que después, contar sus historias. La de hoy podría servir para
cualquier municipio de España, bien como una historia más, bien como introducción de
otras muchas, de antes o durante la II República, de la época de la guerra o de después.
La dictadura de Franco duró hasta 1975 y en todos sus períodos hubo asesinatos a
sangre fría, firmados por el dictador y bendecidos por la Iglesia, amparados por el sable
militar y adornados por desfiles, trajes, cantos y demagogia ideológica de los defensores
de la Patria con puños y pistolas (pues en las urnas de la II República nunca obtuvieron
apenas votos, véase Falange), o por los carlistas-requetés o las derechas en general, tan
reaccionarias como aquel Gil Robles o Calvo Sotelo.
La pequeña historia que viene a continuación, está narrada por alguien nacido en 1959,
que vivió su infancia en un pequeño pueblo castellano en los años 60 y que el primer
lustro de los 70 lo pasó estudiando bajo “el auspicio” de tutores, monitores y Director
en un Colegio Menor “de cuyo nombre (casi) no quiero acordarme” (¡“Generalísimo
Franco”!) al ser becas conseguidas bajo examen (de Nava de Roa, en el año 70, se la
concedieron también a Manolita, hija de Tomás) y cuyo centro de estudios o destino
desconocíamos (tan sólo lo sabían “Ellos”).
Eran tiempos de aleccionamiento, cantos “Cara al sol”, de misa obligatoria, Formación
del Espíritu Nacional, miedo y silencio. Y a veces, sin comerlo ni beberlo,
comprobábamos que algún compañero llegaba a la residencia sangrando, más que nada
por aquel traje-uniforme azulón que nos hacían llevar, con el escudo del yugo y las
flechas en el bolsillo de la chaqueta (una de las veces, el que recibió la paliza fue el
hermano del actual alcalde de Aranda de Duero, los dos compañeros míos en aquella
“residencia”); y entonces odiábamos (o nos hacían odiar), por bárbaros, a los chicos de
la barriada obrera cercana; o se comentaba que en Burgos iban a envenenar el agua de
toda la ciudad los de ETA, porque se querían vengar, ya que por entonces -según la
prensa- estaban siendo juzgados (no era otro que el tan nombrado “Proceso de
Burgos”).
La historia que viene a continuación no transcurrirá en la “capital de la Cruzada”; me
apoyaré en mis investigaciones pero sin salir de un espacio reconocible (El Bar “De la
Torre”, de Jerónimo), mostrando tan sólo unos flecos de una historia mucho más amplia
y compleja.
(II) EL POZO
Nunca llegaron a pensar que el pozo de la vieja casa,
que aportó siempre agua fresca a Cipriano y familia,
lo tendrían bajo sus pies: Oculto como sus fechorías.
Detrás de aquél banco corrido de madera de bar de pueblo mis padres se encontraron,
entre el asiento y la pared, una agenda pequeña con anotaciones de muy mala caligrafía
en la que se guardaban unos cuantos papelillos con apuntaciones. Era lunes y Teodora,
mi madre, estaba barriendo el salón cuando ocurrió el hallazgo, a la espera, como todas
las mañanas, de que llegasen los primeros clientes a tomar su aguardiente y su zapatilla.
En aquella mesa de la ventana que daba a la calle, todas las fiestas de guardar, por lo
que pude comprobar en mi adolescencia, siempre se sentaron “los mismos”. Con el
tiempo pude saber qué bebían, a qué jugaban, quién formaba pareja con quién, por qué
siempre los mismos,…incluso de cuándo o desde cuándo les venía la amistad “sellada”,
es decir, aquel pacto “de sangre” que llevaba décadas en activo, desde aquella cruenta
guerra del 36 que todos ellos apoyaron, por activa o por pasiva, y no digamos sus
padres, que ejercían ya por entonces de jueces de paz, concejales o, por ser gente con
aldaba, representaban parte sustanciosa de las fuerzas vivas de la localidad,
compartiendo caciqueo con aquellos otros que en los primeros meses del 36 se habían
sumado o afiliado a Falange (como camisas viejas, como requetés, como monárquicos,
de derechas o militares -en activo o ya jubilados-).
De todo había en el pueblo por aquellas fechas, ya empezada la guerra, pero poco de
ello se sabe pues poco o nada han contado; nada los “hunos” (vamos, quiero decir los
bárbaros “alzados”) y poco o nada los otros (los perdedores), por no atreverse, por
haberse ido del pueblo o por tratar de proteger a la familia. El caso es que las décadas
de ignominia fascista del régimen franquista supusieron un velo, una tapadera, un pozo
negro donde echar los trapos sucios, más que nada ensangrentados, que los “buenos y
fieles católicos” del pueblo habían manchado, defendiendo su “fe”, su patria, su
bandera…y su cartera (y quedándose con la de muchos, diría yo). Eran fechorías muy
graves. Pero a fecha de hoy, 25 de agosto de 2010, aquellas siguen impunes.
Esperemos que moralmente al menos no se tarde en esclarecer y poner a cada uno en su
sitio.
El caso es que tanto Teodora como Jerónimo -mi padre- guardaron aquella carpetilla sin
darlo mayor trascendencia ni intentar descifrar aquellos ringurrangos mal escritos.
Algunos nombres sí aparecían: Crescencio, Francisco, Braulio, Darío, Eusebio, etc.
Así fue como en un rincón de la despensa permanecieron los “dichosos” papeles hasta
que al hacer una limpia, por mi parte, mucho tiempo después (más que nada por
problemas de ratones que se pasaban del corral contiguo) me los encontré ya un tanto
raídos, pero para mí -aún así- muy “sabrosos”, pues conectaban con algo que había
leído de la posguerra y que ahora me venía a la mente y que suponía me iba a permitir
enlazar puntos inconexos que bien merecían ser contrastados. Pude descifrar la palabra
“portugués…tiro de gracia”, “sindicato-sociedad (1950)”, etc., y todo ello me venía
como anillo al dedo, todo encajaba con las pesquisas que venía realizando
personalmente desde hacía una década: Sobre aquello que quisieron ocultar siempre
sobre la II República, Guerra Civil y posguerra, donde los tapujos eran claves para
tratar de entender lo que el franquismo supuso para este país destrozado durante
décadas por gente sin escrúpulos, donde a la contrarrevolución la llamaron “revolución”
(nacional-sindicalista), donde los colores de Falange fueron usurpados al anarquismo (y
así, también, tratar de atraerse a los cerca de dos millones de afiliados), donde los
mismos fascistas (véase el “cuñadísimo”) han reconocido que se aplicó una “justicia al
revés”, donde el cooperativismo fue barrido a cambio de unos engendros de empresas
corporativas de “productores” (ya no trabajadores), donde la mujer era no otra cosa que
la fiel servidora de su marido (sin ser bien visto trabajar fuera de casa, sin derecho al
divorcio, sin poder usar del fondo económico sin autorización de él o sin poder salir de
una ciudad a otra si no existía su consentimiento), y así podríamos seguir con la
explotación de presos por empresas privadas, etc., etc., etc.
Ahora, 75 años después de aquél 25 de agosto del 36 (en que en la localidad
“pasearon” a 19 personas de un golpe, uno se pregunta y se plantea muchos temas y
cuestiones, pero sobre todo cómo es que la generación de nuestros padres tuvieron tanta
santa paciencia (y más teniendo bar), aguantando responsables, implicados, asesinos
directos, cómplices, …, viéndoles jugar, beber, fumar, carraspear, escupir, carcajear, …
siempre con su Ponche, su 103, su Terry,…siempre guardándose de hablar de temas
escabrosos en voz alta y conservando la careta correspondiente, pues si uno había
tenido tienda de pescado y ahora tienda de ultramarinos, otro ejercía cargo público, otro
despachaba artículos de tabacalera y ultramarinos o era aficionado a la caza, etc., el
caso era guardar las apariencias y hacer como que en el pueblo no había pasado nada ni
pasaba, pues las mentiras y engaños (a la “ley” de entonces, incluso, también) seguían
presentes, pues “nadie” iba a llevar la contraria al que tenía carnet y era Jefe de Falange,
era Presidente de “Cooperativa”, Juez de Paz, Alcalde o concejal; y menos denunciarle,
y más siendo la misma persona la que ocupaba todos esos cargos (como ha llegado a
ocurrir). El tiempo demostrará si esos fraudes, amparados en la demagogia y palabrería
del momento, son ciertos o no lo son. Y no es el caso local que aquí vengo exponiendo
de modo suave y no nominativo, pues se podrá investigar o probar (si ya está
investigado) a otras escalas de mayor población, extensión o importancia.
Mi padre, Jerónimo, nunca me habló directamente de aquellos “señores”, tal vez por
haberse habituado a verlos,… como a tantos otros. Por mi parte, a pesar de conocer a
sus hijos y nietos y ser algunos de ellos mis amigos, reconozco que si no llega a ser por
mi interés en estudiar aquellos periodos de la historia (1900-1960) y por este casual
encuentro con “la libretilla” no hubiese dado con la respuesta de algunas de mis dudas y
quebraderos. Lamentablemente estos “señores” (y otros vecinos de la misma cuerda) ya
no podrán informarnos debidamente de todo lo ocurrido y en especial de lo que ellos
bien se guardaron de ocultar, sellando un pacto común (entre alzados de la cruzada),
bien por temor a que sus mismos padres estaban “en la pomada”, bien por temor a que
algo cambiara en el país y se pudieran pedir o exigir “explicaciones”. Tuvieron
“suerte”: el batracio del pardo ató y bien ató todo durante todas aquellas décadas en que
mandó como dictador y colocó muy bien a los suyos para los tiempos futuros de
transición (pacto entre partidos) y democracia (en la que muchos de los que gobernaron
no quisieron mirar hacia atrás y sí al “futuro”).
Actualmente cientos de miles de familias siguen desatendidas tanto por ciertos
ayuntamientos, jueces, incluso por los gobiernos, unos con actitud de rechazo y otros
con una ambigüedad increíble. Muchos de nuestros abuelos siguen en las cunetas; la
impunidad sigue presente sin ser una respuesta nada ejemplar. Públicamente todos los
cargos democráticos elegidos deberían rechazar y denunciar aquel golpe de estado,
guerra y genocidio. Pero que nadie se engañe ni se adelante a los acontecimientos, pues
muchos somos los que seguimos investigando aquellas tropelías.
Triste es el pasado de estos pueblos de Castilla, a los que la geografía les colocó en
“zona nacional” de entrada y muchos, por no decir millones, siempre pensaron (hasta
hace bien poco) que aquí todos éramos “fachas” o nos faltaba muy poco (craso error).
Igual de miserable es la actitud de los que aún hoy en día siguen creyendo (sean de la
zona geográfica que sean) -y pensando, que es peor- que la guerra fue necesaria, que fue
una cruzada y que “Dios” estaba de su parte, que la razón les amparaba incluso para
matar; que no sigan con semejantes cantinelas, catequesis y justificaciones para intentar
acallarnos o tratar de “equiparar” lo ocurrido en una zona o en otra. No y no; todo va a
seguir su curso y todo se tratará de aclarar, digan lo que digan los “Moa, Martín Rubio,
De la Cierva, Vidal,…”, pues sus errores son evidentes y flagrantes; cientos de estudios
lo confirman. Sus mentiras, manipulaciones y tergiversaciones no han aportado otra
cosa que frenar el proceso de esclarecimiento y verdad, a pesar de que ellos y otros
como ellos, durante décadas, fueron los únicos que pudieron acceder a los archivos
entonces llamados “franquistas”, pues la documentación, aunque robada, era de todos.
Decir para terminar que muchos de nuestros pueblos van a conocer sus historias en
breve, aunque los testimonios vayan siendo cada día menos, aun con todas las
dificultades -a mayores- que puedan ir apareciendo, pues mucha gente hemos recogido
“el testigo” de nuestros mayores con responsabilidad y con orgullo, por aquello de
evitar que “alguno” quiera convencernos de que el franquismo fue una panacea, cuando
sabemos fehacientemente que fue un régimen de terror de principio a fin.
(III) “HASTA LOS HUESOS”
-HISTORIA DE TANTO CALADO
QUE “NOS CALA” DE TANTA TRISTEZA
Solidario con todos los que sufrieron aquella miseria genocida tan lamentable de
muerte, hambre y tristeza, querría narrar aquí un par de historias, en Homenaje a José y
hermanando a Castrillo de la Vega y Nava de Roa, pues de los dos pueblos, con unos
1700-1800 habitantes en total en 1936, “sacaron de sus casas” a 38 personas, aunque
una de ellas se salvó (pues se saltó del camión; era de Nava de Roa). Casi 22 personas
por cada mil.
Pero a esa cifra debemos añadir otros como aquél que desde Nava bajó a Peñafiel -
Francisco- y ya no volvió (lo mataron); al portugués, que desde Castrillo de Duero
venía y al que algunos fascistas de Nava -ya identificados- le salieron al paso y en breve
se le “cargaron” (con tiro de “gracia” incluido…y alardeando el autor jovenzuelo de
semejante “hazaña”), aun sin saber a fecha de hoy por la gente común quién era o cómo
se llamaba tal persona (otra cosa es que los autores le registraran y luego le destruyeran
sus papeles); al natural de Nava de Roa asesinado (fusilado) en Madrid, en 1939, una
vez terminada la guerra; al otro navarrusco -Liborio- asesinado en guerra en las tapias
de San Isidro de Valladolid; (…) y así podríamos seguir, hablando de todo lo ocurrido,
pues no todo -ni mucho menos- “está escrito”. Ya llevamos 41 personas que por no
apoyar a los sublevados, el fascismo o “el Movimiento”, fueron eliminadas: ¡24
personas de cada mil!
Y si estas cifras asustan no debemos pensar que todo queda ahí; sabemos que no: los
que fueron a la cárcel, campos de trabajo, calabozos, cuartelillos, ayuntamientos,
campos de concentración, exilio, (…), las torturas que sufrieron dentro de esos centros,
el hambre, las enfermedades, las secuelas en general, (…), todos los que aún no
sabemos dónde están (pues los cuerpos no los hemos encontrado ni nadie nos lo ha
dicho -aunque sabemos quiénes eran los que recorrían la comarca, de unos pueblos o de
otros-, y las familias siguen esperando después de décadas), y todas las atrocidades
económicas, laborales, culturales cometidas, y los castigos “ejemplares”, y las pelonas,
y el aceite de ricino, uy los desfiles denigrantes por las calles, tratos humillantes y
vejatorios, requisas, robos, embargos, trabajos para no cobrar por ellos, juicios
irracionales (con denuncias absurdas, o duplicación de juicio, etc.), o la implacable
pobreza y tener que emigrar, tensiones, enfrentamientos, subyugaciones,…o desconocer
-porque uno estaba a la siega o en la era- que otros vecinos venían preparando el golpe
y que guardaban las armas en casa del cura o en algún almacén de algún cacique o con
aldaba; o las violaciones; o tantos como se tuvieron que esconder (“topos”); o las
imposiciones de multas, vejaciones públicas, detenciones arbitrarias, prohibición de
costumbres (véase, luto), humillación diaria en la calle, insultos, etc.; o abandonar la
escuela por “hacerte la vida imposible, insultándote con “eres hijo de rojo”, “demonio”,
“vete a Rusia”, “hijo de comunista”; o tener que llevar comida para mantenerles a los
que se habían llevado a las cárceles; o saber de ocultamientos y enterramientos por
parte de alguien que después gozaron o recibieron ciertos puestos a nivel local y no
poder denunciarlo; o humillarte con la obligada confesión; o ver con tus propios ojos a
falangistas o albiñanistas medio borrachos cómo se preparan para matar o perpetrar sus
asesinatos a gente inocente; o dar patadas o golpes, incluso orinar a alguien si pide un
poco de agua; o sufrir la marginación por ser quien eres, como grupo estigmatizado por
ellos; o muchas parejas que se querían y eran rechazados por parte de una de las
familias (aunque también se ha dado quienes se casaron por “amor” y al final el “hijo de
rojo” se convirtió en un sometido “al dictado de”); o cuántas viudas no pudieron
volverse a casar porque no se les reconocía su estado civil al no existir acta de
defunción del marido, etc.; o cuántos jóvenes se metieron en Falange o se fueron a la
Legión “por temor a”, aun sabiendo que en las trincheras también se cometían crímenes,
después de conocer que los “nacionales” habían asesinado a sus hermanos o familiares;
o la experiencia que todo ello supuso para los niños, con sus traumas, etc.;…o seguir en
una cuneta cualquiera y que ni siquiera los que trabajamos en esto (o por esto) -personas
o asociaciones- sepamos que está/n ahí, cómo se llaman o qué ocurrió (y estemos
pensando que murieron en el frente, en Madrid o vaya usted a saber;…o morir de pena
como único remedio para que les dejaran en paz (¡qué ironía, que felonía, qué desastre
de vida para tantos!), (…)
Aquel impacto que fue la guerra, aquella violencia extrema, aquel golpe (mazazo),
aquella conspiración de militares “desleales” y secuaces, aquellas víctimas (asesinados,
familiares y represaliados en general),…aquella BARBARIE fue de tales dimensiones
que ni siquiera después de tantas mentiras y manipulaciones, durante tanto tiempo,
podemos decir los familiares que alguien nos ha ayudado debidamente, y los que han
echado una mano ha sido de manera ambigua, a medios pelos, contando medias
verdades o no atreviéndose a llegar hasta el final, que bien podría ser -como ejemplo- el
anular los juicios franquistas, por no democráticos, sin defensa legal alguna, etc., etc.
Pero no, las asociaciones y las familias, vamos viendo pasar el tiempo y comprobando
lo difícil y arduo que resulta tratar de trabajar por el esclarecimiento si muchos alcaldes,
jueces, diputados y gente pública en general (además de una parte importante de la
sociedad) no dan un paso adelante, rompen su coraza, toman conciencia y hablan en voz
alta, reconociendo que es de justicia conocer la historia, darla a conocer, sin censura, sin
cortapisas,…sin tener miedo a re-conocer lo que ocurrió, pues, por mucho que lo
intenten, la verdad saldrá adelante y ellos quedarán más en evidencia aún.
No todos los políticos han actuado de la misma manera, tampoco todos los alcaldes ni
jueces. Lo sabemos. Tampoco los hijos o nietos de los “implicados” deben temer nada
de nosotros, siempre que respeten y dejen trabajar por la JUSTICIA, la DIGNIDAD y la
VERDAD, siempre que no entorpezcan o malmetan o vuelvan a las andadas apoyando
aquellas salvajadas (como algunos todavía hacen) con la palabra o, a veces, con hechos.
El ORGULLO y el saber que nos asiste la RAZÓN va a impedir que desistamos, por
muchos momentos de debilidad y tantos que nos ponen la zancadilla, queriéndolo o no
con su actitud, actuando de manera interesada, torpe, ruin,…desenfocada, utilizando a
mucha gente que se ofrece de corazón. Para ellos también nuestro toque de atención: No
queremos protagonismos, carreras a costa de, ninguneos ni “listillos” (ni para
curriculums ni para elecciones),…el tema es de tanto “calado” que nos cala hasta los
huesos todo este dolor, y la deslealtad, y la indiferencia, y la apatía,…y el OLVIDO.
De todo esto vamos a hablar y a escribir más, y más aún de lo que se está haciendo. Y
Castrillo de la Vega, Roa, Nava de Roa, etc., etc., lo verán más pronto que tarde en sus
librerías, en sus estanterías, en sus casas, en sus manos. Ya no van a poder cerrar los
ojos como tantos lo hicieron cuando debieron “ponerse en su sitio”. No vamos a
consentir más esta vergüenza plagada de sangre, mentiras y dejar pasar el tiempo, pues
los que aún viven y fueron testigos de la guerra se lo merecen, fuesen mayores, mujeres
o niños. Los que se debatan entre el recuerdo y la culpa ya saben lo que pueden hacer:
HABLAR y PEDIR PERDÓN.
Aquel velo y tela de araña tejido por la guerra y la represión debe desaparecer. El no
saber dónde están “los nuestros” también algún día será pasado, pero para ello debemos
seguir trabajando, pese a quien pese, pues “ese no saber” se convierte en ansiedad y en
una perenne tortura.
Todos los familiares sabemos que aquella infamia, aquel desprecio, no se va a superar
con venganza o revancha al estilo fascista; nosotros pedimos y queremos saber la
verdad (acercarnos cuando menos a ella) y darla a conocer. El presente, conociendo el
pasado, será mucho más pleno, más digno, más humano. Y los que se aprovecharon de
todo ello, con robos de tierras, casas, joyas que traían del frente (incluso máquinas de
coser a cuestas), negocios, puestos de trabajo o todo tipo de actos denigrantes hasta
llegar al más deleznable -el asesinato impune-, debemos decirles que para nosotros
siempre serán unos miserables y unos asesinos (a cada uno lo suyo); y otro tanto a sus
descendientes que no reconocen lo ocurrido: Si nosotros somos hijos o nietos de
republicanos que lucharon por una sociedad más igualitaria y contra el fascismo, ellos
no dejarán de ser nunca hijos o nietos de fascistas que asesinaron vecinos, incluso a sus
mismos familiares. Nosotros -yo al menos- así me reconozco en mi abuelo. ¿Ellos
también lo hacen,…se atreven a hacerlo? Personalmente no he escuchado a ninguno,
aun conociendo a cientos. Entre otros responsables de este silencio a no querer
reconocer lo aberrante, el horror, lo vergonzante,…está ese revisionismo neo-franquista
que sigue alentando a muchos a seguir “erre que erre” con la defensa del “aguilucho”, el
comunismo como culpable de aquella guerra y el genocidio “ejemplarizante” (según
ellos), más que nada para no dejar a nadie que se pudiera “rebullir”. Y así fue (o lo
intentaron) durante 40 años de dictadura, añadiendo los años de Transición (Silencio y
Pactos) y tres décadas de Democracia que tampoco, al menos a este nivel, ha dado “la
talla” esperada.
Que la desazón no ocupe, al menos del todo, nuestros sentimientos, preocupaciones,
acciones, pensamientos,…y que podamos echar una mano siempre y en lo posible a
todas las víctimas, los desfavorecidos y gente sin voz, sean de entonces o del ahora.
Julián De la Mancha en Valdenoceda, prisión, guerra y postguerra
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