OLIVIA CARBALLAR Sevilla 13/04/2011
Cuando Málaga cayó en manos de los falangistas, en febrero de 1937, Juan Muñoz Fernández, un significante dirigente socialista, cargó las pocas cosas que tenía y, con su mujer y sus siete hijos, se unió al éxodo de miles de personas que intentaban escapar por la carretera que unía la capital con el levante, un campo de extermino de más de cien kilómetros. No lo mató una bomba, pero fue detenido, torturado, asesinado y tirado sin más a una zanja del cementerio de su pueblo, Almáchar, donde fue alcalde.
Hoy, 74 años después, a petición de la familia, la fosa ha sido abierta y han sido localizados unos restos que podrían ser los de Juan Muñoz. La exhumación, promovida por el Ayuntamiento de Almáchar (IU) y financiada por la Junta de Andalucía –6.000 euros–, ha durado apenas una semana.
Tras la intervención, han sido encontrados restos de un cuerpo en féretro y debajo, restos de una segunda persona, supuestamente Juan Muñoz. En el informe elaborado por el Comisariado de la Memoria Histórica de Andalucía, al que ha tenido acceso Público, se incluye un testimonio de una hermana de Juan Muñoz que asegura que compró un ataúd para enterrarlo dignamente, pero que tiraron el cadáver del ataúd para poner en él a un cura que había muerto en un cortijo cercano al pueblo.
Los restos ya se han individualizado y el siguiente paso, según confirmó la Junta y el Ayuntamiento, es la prueba de ADN para corroborar que uno de los dos cadáveres que fueron enterrados en la zanja es el de Juan Muñoz Fernández. "La investigación nos ha llevado unos cuatro años y han participado muchos historiadores de Málaga y grupos memorialistas de la Axarquía", explica el concejal encargado de memoria histórica, Francisco Ponce.
Testigos de la masacre
La historia de Juan Fernández es estremecedora. La resume en el informe su nieto Juan Muñoz a través de los testimonios de sus tías, testigos directos de la masacre en la carretera de Málaga: "La marcha resultaba muy penosa puesto que sus hijos éramos muy pequeños (...). Consiguió parar una camioneta, cuyos ocupantes se ofrecieron a recogernos. En ese momento, una bomba cayó sobre la misma y mató a todos sus ocupantes. Podemos decir que nos salvamos de milagro. Excepto nuestro padre, quien tomó la decisión de volver sobre sus pasos".
Su esposa, María, intentó convencerle de que no lo hiciera. Y al final, mientras regresaban, Juan Muñoz fue detenido por los falangistas a la altura de Torrox. De ahí pasó a Vélez y luego a Almáchar. "Él sabía lo que le esperaba y cuando fueron a cruzar el río de Vélez que venía crecido, se tiró al agua desde la mula donde lo transportaban amarrado con la sola intención de ahogarse. Lo sacaron del agua y lo llevaron a la prisión municipal", cuenta su nieto.
Y allí llegó lo que Juan Muñoz esperaba: "En Almáchar, la tortura fue bestial, los falangistas se turnaban agotados de darle palos. Pidió agua y se la dieron con cal; le estrujaban vinagre en las heridas. Le preguntaban por las personas que habían matado a dos miembros de una familia de caciques del pueblo. Como él no contestaba, continuaban con la tortura. Al final le pusieron unos grilletes en la cabeza y apretaron hasta que lo mataron", concluyen los familiares. Los motivos expuestos en el parte de defunción, que no fue firmado por ningún facultativo, son los mismos que se solían usar en las prisiones en circunstancias similares: "colapso cardíaco".
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