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miércoles, 11 de abril de 2012

Balance de la memoria

POR IOSEBA ECEOLAZA - Martes, 10 de Abril de 2012 
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Los primeros pasos de esta etapa de la memoria histórica se dieron ahora hace diez años. Antes se oyeron otros pasos, sin los que hoy no podríamos haber hecho camino, desde Jimeno Jurío hasta Josefina Campos, pasando por las docenas de personas que de forma voluntaria recopilaron fotos, testimonios y dignidades por toda la geografía navarra, terminando en quienes ya en 1988 organizaban actos de homenaje en las faldas del monte Ezkaba.

Cada etapa de la memoria histórica tuvo su razón de ser, y por lo tanto su estilo, y una dialéctica propia, sin que una etapa sea más fructífera que otra, al contrario, el hoy no hubiera sido así sin esos antecedentes, que quede claro, porque recogimos los éxitos y aprendimos de los errores.
En aquellos primeros pasos, en el verano de 2002, Josetxo Arbizu y Jesús Urra de Batzarre trataron de poner en marcha un proyecto de la memoria histórica reuniendo otra vez a buena parte de los familiares y de las personas que más podían contribuir en este trabajo. Lo hicieron sin sectarismo, invitando a gentes diversas, y provocando que fueran los propios familiares quienes decidieran el ritmo y el tono de esa labor.

Desde esa lógica se ha construido lo que es un movimiento social de libro, a pesar de quienes, paradójicamente, tienen a los movimientos sociales como un mito. Se trató de combinar la acción social y la institucional, sin que una corriera más que la otra, y por eso se llegó a tener los éxitos institucionales y el prestigio social que ha tenido este movimiento. Por eso y porque se trató de forjar un estilo tranquilo pero constante, un discurso, sobre todo, humanista y ético, y una mirada centrada en los familiares.

La memoria en realidad siempre apunta al mañana y nosotros quisimos que así fuera, los hachazos que unos y otros nos daban tratábamos de devolverlos con nuestro trabajo, ni nos subimos a los barriles estériles, ni nos asomamos al periódico con cuchillos, ni aporreamos puertas con carita de pena mendigando apoyos. Nada de eso.

Al principio, como en el caso del resto del movimiento de la memoria histórica del Estado español, tratamos de contar hasta la saciedad lo que en Navarra había ocurrido en aquel 36, y dimos más de 44 charlas, cada viernes durante un año presentamos nuestro relato y nuestro parque. Y lo hicimos porque un sinfín de partidos políticos, sindicatos, ayuntamientos o asociaciones nos llamaron, sin mirar quién lo organizaba íbamos, contábamos y nos marchábamos, no sin antes de que Julio Sesma, José Ramón Martínez o Juan Carlos Espinosa dejaran algo de su pequeña semilla. Por eso 90 ayuntamientos apoyaron económicamente la construcción del Parque de la Memoria.

Al principio la relación con los de arriba fue desagradable, dura, a veces odiosa y la mayoría de las ocasiones frustrante, porque quien tiene memoria en realidad tiene en su futuro una puerta, y eso es tal vez lo que en aquellos comienzos temió UPN. Barcina, Yolanda, por eso se ha llevado sin competencia y con mucha diferencia la medalla al insulto, sí porque no paró de insultar a los familiares con su insolencia de dama insensible, en los comienzos de 2003 no quiso tratar una de nuestras mociones, ¡ni debatir quiso! 70 años después, Mirentxu Agirre, Tomas Dorronsoro, Emilio Zubieta y Dolores Labat, todos ellos descendientes de las personas asesinadas en el 36, vieron cómo la historia de la humillación se repetía.

No fue fácil sacar palabras del dolor, pero los familiares así lo hicieron, tanto que al final UPN tuvo que doblegarse y ya hace como un año que vota a favor de las cosas que tienen que ver con la memoria histórica. Después de 30 años sin apoyo ante los desaparecidos, sin ninguna sensibilidad humana, hoy es el día en el que ha sido precisamente María Caballero, víctima ella también del fascismo, quien ha desbloqueado las cosas en el Ayuntamiento de Pamplona... y es justo así reconocerlo. Pero no olvidemos que esto no hubiera sido posible sin la constancia de docenas de familiares, no hubiera sido posible sin su dignidad, ni hubiera sido posible sin su militante paciencia, porque no solo fue resignación ante la muerte lo que se predicó desde allá arriba, se trató de imponer el conformismo ante aquellos asesinatos.

UPN creo que sigue sin entender que no podremos, de ninguna manera, abordar nuestro futuro desde la deuda que tiene la memoria con esa historia republicana, no podremos mirarnos a los ojos y reconocernos si sabemos que hay todavía miles de familiares sin poder cerrar el duelo, no podremos encarar los conflictos recientes, si sabemos que no hemos sido capaces de arropar a los familiares de los conflictos pasados. Porque para qué seguir caminando, para qué seguir construyendo si hemos dejado parte de nuestra mirada, parte de nuestra vida tirada en un ribazo...

Sabíamos entonces que nombrando, llamamos, por eso recordar era y es un acto obligado, cuando se nombra en realidad se llama, se llama al que desapareció, al que se olvidó. A veces, las muertes por eso son vidas. Bien, así que en este camino algunos hemos pensado que, como en la historia de una ausencia física, el camino y el paso es la convicción de un familiar, su razón de ser, su vida. Y así ha sido en todos los gigantes de verdad que no han tenido que agitar más bandera que su digna rabia, ni colores, ni estandartes, ni pancartas, ni discursos de manual, ni pose de sofá, solo su digna rabia.

Ahora toca seguir renovando desde nuestro estilo, lejos de los de arriba y lejos por fin de quienes en el mayor lance en el que tuvimos que batirnos en duro metal aquel 10 de marzo de 2008, estaban contando banderitas y claro ni se enteraron del lance (como casi siempre), ni se enteraron de que las estocadas venían de otro lado, ni que, en fin, aquella era una batalla definitiva en la que algunos arriesgaban mucho.

Por eso es necesario seguir conectando con las reflexiones actuales, como hemos hecho cuando hemos enlazado la memoria histórica con la defensa de los Derechos Humanos, la no violencia o la sensibilidad ante las víctimas de la violencia política. Ahora, precisamente, es la oportunidad de aportar nuestras reflexiones en torno a las políticas públicas sobre las víctimas y la memoria o sobre los símbolos y relatos.

En este sentido estamos obligados también a conectar con lo más interesante y fresco de los nuevos movimientos sociales que proponen el ensanchamiento de la democracia, atrayendo hacía allí nuestro discurso republicano, lejos del esteticismo retórico y basado en la radicalidad democrática. Solo así, creo, lograremos renovar este movimiento, sin olvidar nuestros quehaceres más inmediatos como son la búsqueda de las personas desaparecidas, debemos tejer un nuevo enfoque que se coloque como una parte proponente de valores para el hoy.

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