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jueves, 17 de marzo de 2011

"La fuga de casi 800 presos del penal de San Cristóbal fue un canto a la solidaridad"

CARMEN DOMINGO AUTORA DE LA NOVELA "LA FUGA"
Para su segunda incursión en la novela, la autora ha escogido un episodio épico de la Guerra Civil, la fuga masiva del penal franquista de San Cristóbal, la más grande de la historia de Europa. El relato también recoge el hambre, el frío, la miseria y los abusos que sufrieron


ANA OLIVEIRA LIZARRIBAR - Jueves, 17 de Marzo de 2011
Carmen Domingo, en el fuerte de Ezkaba.
Carmen Domingo, en el fuerte de Ezkaba. (JAVIER BERGASA)
PAMPLONA. El 22 de mayo de 1938 se produjo la evasión de 795 presos del penal de San Cristóbal, en Pamplona. Sólo tres de ellos lograron escapar. En La fuga (Ediciones B), Carmen Domingo narra aquellos acontecimientos, así como las extremas condiciones de vida que padecieron los cerca de 2.500 prisioneros, casi todos republicanos, que se hacinaban en el fuerte de piedra construido en el monte Ezkaba. La autora, responsable de títulos como Con voz y voto. Mujer y política en España entre 1931 y 1945, Nosotras que también hicimos la guerra y Coser y cantar, entre otros, firmará ejemplares de su nueva novela hoy, a partir de las 18.00 horas, en la Librería Gómez de la plaza del Castillo.
¿Cómo surge la idea de escribir este libro?
La verdad es que en los últimos años me han invitado varias veces a Pamplona y durante mis visitas he ido haciendo muy buenos amigos. Uno de ellos es Iñaki Alforja, con el que he podido conocer el fuerte de San Cristóbal de cerca, haciendo el recorrido de la fuga a la inversa. Pero como hasta ahora siempre había escrito sobre mujer, no me acababa de atrever a dar el paso. Me costó mucho tomar la decisión, y de hecho ésta es mi primera incursión en el tema del hombre. Me costó tanto, que durante mucho tiempo insistí en contar la historia con una voz femenina, hasta que Iñaki me dijo "¿y si la quitas?" (risas). Y lo hice, porque la verdad es que la historia tiene fuerza en sí misma.
Lo cierto es que es una historia muy atractiva para un relato literario e incluso para una película.
Claro, cuando me puse a ello me quedé sorprendida de que no hubiera no una novela, sino doce novelas, siete películas o cinco documentales sobre esta historia. Estamos ante unos acontecimientos buenísimos desde el punto de vista cinematográfico, de imagen. A veces desaprovechamos nuestras propias historias y nos vamos a buscar fuera y es una pena.
¿Por qué optó por la novela, por la ficción, para narrar la fuga?
Pensé que el libro de Iñaki Alforja y Félix Sierra ya informa a nivel histórico de lo que tiene que informar y que, como ya había hecho una incursión anterior en la novela, tenía que atreverme otra vez. De todos modos, aunque la novela es ficción, está basada en la historia real. Por supuesto, las tramas de los personajes son inventadas, pero he querido mantener los nombres como homenaje a quienes estuvieron allí.
Al final se trata de divulgar la historia, ya sea a través de libros, discos, películas...
Sí. A mí me gusta mucho el género del ensayo, y aunque me cueste mucho decirlo en voz alta, creo quizá ahora mismo no es el momento para que la gente consuma historia a través de este género. Seguramente, la gente se acercará más a una novela que a un libro de ensayo de 600 páginas. Y si lo que quieres es divulgar, que de eso se trata porque a la vista está que en este país las personas conocen poco su historia, la novela es una buena forma de hacerlo.
¿Cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en estas páginas?
De la realidad está la fuga, pero he decidido acortar los espacios. Ezkaba son más de 600.000 m2 , ya sólo el fuerte tiene unos 150.000, y, obviamente, esas dimensiones no eran traspasables al papel. Además, cuando escribes ficción no puedes manejar cientos de personajes. En la novela tengo unos veinte y ya es una locura, así que la forma que busqué para poder abarcarlo todo era acortar el espacio de la fuga. Ésa es la licencia de ficción que me he tomado. También la mayoría de las historias personales, salvo alguna, son ficticias. Yo no sé si el director del penal era tan hijo de puta como aparece en el texto, pero yo lo presento así; ni sé si había un zapatero, pero es muy probable teniendo en cuenta que entre los presos había estudiantes, albañiles, maestros... Y también quería que, como iba a jugar con más de veinte personajes, cada uno representara una de las realidades que había en el fuerte, así que cogí nombres reales y me inventé sus historias. Eso sí, he intentado ser muy rigurosa en todo momento. Por ejemplo, aparece Álvaro de Retama, un escritor gay de la época que pasó por el penal, o los falangistas, que también estuvieron presos y a los que no he querido quitar porque creo que la gente debe saber que también pasaron por el penal por motivos, obviamente, distintos. En resumen, las licencias son bastantes, pero sin dejar de lado la rigurosidad histórica.
¿Siente una responsabilidad especial al escribir una novela sobre unos hechos conocidos?
Muchísima. No sólo responsabilidad, sino que estaría especialmente agradecida si la gente que está próxima a la historia o que la ha vivido de cerca estuviera contenta. Y no tanto por ego, sino porque quiero que la gente conozca la historia de estos presos y lo mal que lo pasaron en el penal. Hace poco he estado hablando con la hija de Jobino Fernández, uno de tres que consiguieron fugarse, y está encantada porque quiere que se dé a conocer la historia de su padre. Es importante que se reconozca lo que pasaron, aunque sea tarde.
Que tengan su lugar en la historia.
Exacto. Hay algo muy frecuente en el ámbito de la historia que me gustaría contribuir a difuminar, y es que no sólo son importantes los que tienen nombres y apellidos relevantes. No sólo hay que recordar a Lluís Companys, Dolores Ibárruri o Manuel Azaña. Son importantes todos los que lo pasaron mal, porque todos ayudaron, todos sufrieron y todos tuvieron una peripecia que merece ser recordada.
¿Qué supuso la fuga dentro del régimen franquista?
Mucho y nada. En el 38, la prensa ya empezaba a estar muy controlada, por lo que se difundió muy poco. Sin embargo, para los franquistas sí que significó algo, porque se dieron cuenta de que tenían que estructurar el penal de otra manera incluso en lo referido a ellos mismos, ya que en el juicio acabaron juzgando al director y al administrador, no tanto por la fuga, sino por chorizos. Se dieron cuenta de que aquello había que controlarlo de otra manera. Hasta ese momento pensaban que no podía pasar nada y, mira tú por dónde, con que hubieran tenido un par de horas más se les hubieran escapado más de 700 presos.
Fue una fuga masiva, espectacular.
Sí, es que ha sido la más grande de la historia de Europa, se dice pronto.
¿Cómo se ha documentado, qué proceso ha seguido para escribir la novela?
Por un lado, ha sido muy importante conocer el espacio de cerca. Además de eso, que es muy importante, la documentación principal han sido el libro y el documental de Iñaki (Alforja) y otros libros subsidiarios. Después de reunir toda la documentación, la dejé reposar unos meses y me puse a escribir ya con los datos fundamentales en la cabeza.
¿Qué es lo que más le ha impresionado de estos acontecimientos?
Me han impresionado muchas cosas, pero, sobre todo, creo que esta fuga es un auténtico canto a la solidaridad. Que sólo veinte presos sean los artífices de la fuga y que en lugar de irse ellos solos decidan volver para intentar salir todos juntos es impresionante; como también lo es que no quisieran matar a nadie. Yo no sé si hubiera aprovechado para vengarme de mi torturador, pero ellos no lo hicieron. Y, además, que gente como Jobino, que consiguió escapar, decidió volver para seguir luchando por la República. Aquí el mundo de las convicciones está muy presente y no como ahora, que resulta casi desconocido.
En ese sentido, ¿qué cree que puede aportar esta historia en un mundo como el de hoy, en el que las convicciones están más bien diluidas?
La verdad es no creo que podamos hacer nada contra eso, desgraciadamente las cosas son como son. Pero sí es verdad que una historia de solidaridad como ésta nos podría ayudar mucho en el día a día. Estas personas habían tenido una vida difícil, les tocó una guerra muy mala y, a pesar de eso, en lo que pensaban era en ayudarse los unos a los otros y no en salvarse cada uno por su cuenta.
¿Sabe que cuando reabrieron el fuerte para realizar visitas borraron algunas inscripciones y derribaron elementos fundamentales para conocer su historia como cárcel? ¿Qué le parece?
Me parece normal, porque este país está muy poco acostumbrado a hacer memoria histórica. Mira lo que pasa ahora con los casos de los niños robados. No somos como los alemanes, ellos pasaron unos años tremendos, pero luego aprendieron a normalizar la memoria.
¿La transición no fue tan ejemplar como nos han hecho creer?
No lo fue en absoluto. Estoy muy harta de que vayamos por el mundo diciendo que nuestra transición fue ejemplar. Zapatero ha viajado a Túnez para venderles las bondades de la transición, ¡pobres tunecinos, después de lo que han tenido que pasar! En realidad, fue una ley de punto final, como en Argentina, con la diferencia de que allí lo dejaron por escrito y aquí no, aquí se optó por el silencio.

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