PEQUEÑA CARTA AL MUNDO
(Marcos Ana)
Los dientes de una ballesta me tienen clavado el vuelo.
Tengo el alma desgarrada de tirar, pero no puedo
arrancarme estos cerrojos que me atraviesan el pecho.
Ocho mil doscientas veces la luna cruzó mi cielo;
otras tantas, la dorada libertad cruzó mi sueño.
El sol me hace crecer flores, para qué, si estéril veo
que entre los muros mi sangre se me deshoja en silencio.
No sabéis lo que es un hombre sangrando y roto en un cepo.
Si lo supieseis vendríais en las olas y en el viento,
desde todos los confines, con el corazón deshecho,
enarbolando los puños, para salvar lo que es vuestro.
Si llegáis ya tarde un día y encontráis frío mi cuerpo,
de nieve a mis camaradas entre sus cadenas muertos…
recoged nuestras banderas, nuestro dolor, nuestro sueño,
los nombres que en las paredes con dulce amor grabaremos.
Y si nos cerráis los ojos, dejadnos los muros dentro,
que se pudran con el polvo de nuestra carne y no puedan
ser nuevas tumbas de presos.
No sabéis lo que es un hombre sangrando y roto en un cepo.
Si lo supieseis vendríais en las olas y en el viento,
desde todos los confines, con el corazón deshecho,
enarbolando los puños para salvar lo que es vuestro.
Si llegáis ya tarde un día y encontráis frío mi cuerpo,
buscad en las soledades del muro mi testamento:
al mundo le dejo todo lo que tengo y lo que siento,
lo que he sido entre los míos, lo que soy, lo que sostengo;
una bandera sin llanto, un amor, algunos versos…
y en las piedras lacerantes de este patio gris, desierto,
mi grito, como una estatua terrible y roja en el centro.
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