"Cuando leí las palabras de Kafka que presiden este texto
(¿Qué llevo sobre los hombros? ¿Qué fantasmas me envuelven como una
capa?)
entendí de qué se trataba, qué impulsos profundos me empujaban
a abordar unas cuestiones de las que nada sabía"
José Andrés Rojo
"Vicente Rojo. Retrato de un general
republicano"
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Por María Torres
Nieta de republicano español
Lo que
puedo contaros es todo lo que sé desde el dolor, y eso nunca se inventa…
Arturo Torres Barranco |
Me enteré que mi abuelo había estado en la cárcel
cuando tenía siete años. Por aquella época yo no sabía nada de la
Guerra, la represión, ni de la mano del infame que meció ambas por el camino
del desamparo y la tragedia.
37 años después inicié una investigación,
que aún está inconclusa. Una batalla contra la desmemoria con el objetivo de averiguar
cuándo, cómo, quién y por qué. La Memoria no puede desaparecer con los
testigos.
Mi abuelo, Arturo Torres Barranco, nació en 1895 en
Torrubia del Campo, un pequeño pueblo de Cuenca. Era agricultor, propietario de
unas cuantas tierras, una galera y una pareja de mulas. Trabajaba de sol a sol
con la ayuda de un jornalero y tenía muchas inquietudes políticas.
Con la llegada de la República ocupó el cargo de
Recaudador del Impuesto de Utilidades y Consumos de la primera corporación
republicana de la localidad. El 30 de junio de 1936, pocos días antes del golpe
militar, presentó el último estado de cuentas.
En las elecciones del 16 febrero de 1936 apoyó al
Frente Popular y tras la victoria de éste, fundó en su pueblo el Partido de
Izquierda Republicana. Carezco de información de este periodo de la vida de mi
abuelo. (Cuando solicité datos de su militancia a Izquierda Republicana,
después de mucho silencio solo obtuve la desafortunada respuesta de que para
ellos era prioridad la política y no la Memoria, regalándome el calificativo de
“ignorante”).
Y llegó la sublevación fascista que desencadenó en
la Guerra en la que mi abuelo no participó. La provincia de Cuenca se posicionó
fiel al gobierno legítimo de la República hasta el 29 de marzo de 1939, fecha
en que los franquistas ocuparon la capital.
Por testimonios que he podido leer en su expediente
judicial, mi abuelo pasó el periodo de la Guerra ayudando tanto a personas de
derechas como de izquierdas, y haciendo cuanto pudo para favorecer, amparar y aliviar la situación en que se
encontraban unos y otros.
Pero hay un hecho que
marca el futuro de mi abuelo. El 7 de diciembre de 1937 fueron detenidas en el pueblo
tres personas por la Brigada Roja. Parece ser que desde Madrid se pidió
informes de estas personas a Izquierda Republicana y que mi abuelo firmó los
mismos, como así lo ratifica en su declaración posterior al Auditor de Guerra.
En la mañana del viernes 1 de septiembre de 1939,
casi a la misma hora que Alemania invadía Polonia dando comienzo a la Segunda
Guerra Mundial, mi abuelo era detenido y trasladado a la cárcel del municipio
en prisión preventiva. Ese día cumplía 44 años y como tantos otros defensores
de la República pasaba a engrosar el catálogo franquista de destrucción humana.
El 6 de septiembre de 1939 se cursa denuncia contra mi abuelo por parte de Eugenio Espada
Fraile, Ceferino Martínez Moreno e Isidro Barranco Plaza. Este último tío de mi
abuelo, que posteriormente se desdice se la misma. El 9 de febrero de 1940,
Eugenio Espada Fraile, más conocido como “El Cojo Tramillones”, vuelve a ejecutar la denuncia esta vez en el marco de
la Causa General. Este individuo era un delator ejemplar que llenó la
Causa General de denuncias hacia sus vecinos. Posiblemente esto le valió para
conseguir dos puestos del Ayuntamiento, el de cartero y el de guarda del
término municipal.
Ese mismo día la Auditoria de Guerra solicita
informe de conducta social y política. Se recibe una primera respuesta por parte del
Comandante de la Guardia Civil de Fuente de Pedro Naharro, Cuenca, fechada el
14 de octubre de 1939 que dice: “Arturo
Torres Barranco no participó en desmanes de la Horda Roja. Tan solo elaboró
informes contra la ideología de varias personas como directivo de Izquierda
Republicana”; Una segunda por parte del
Comandante del Puesto de la Guardia Civil de Cuenca el 15 de enero de 1940: “Arturo
Torres Barranco es fundador de Izquierda Republicana. Se ignora el cargo que
ostentaba. No tomó parte en requisas, incautaciones, destrucciones de la
Iglesia ni detenciones. En los primeros días del alzamiento fue visto en la
localidad armado de escopeta. Ingresó con carácter forzoso en el Ejército Rojo”
y una tercera de la Alcaldía de Torrubia del Campo el 22 de enero de 1940: “Arturo
Torres Barranco pertenecía a Izquierda Republicana de la que fue fundador y
socio desde las elecciones de febrero de 1936, votando la candidatura del
Frente Popular. Como directivo del partido emitió y firmó informes contra los
denunciantes”.
A las tres de la tarde del 10 de septiembre de 1939
ingresa en la Prisión Provincial de Cuenca, cuatro días después asiste a la práctica de
diligencias al S.I.P.M. (Servicio de Inteligencia de la Policía Militar), el 15
de septiembre pasa a disposición del Auditor de Guerra de la plaza y después es
trasladado a la Prisión habilitada del Seminario de Cuenca.
Con fecha 18 de septiembre de 1939 la Auditoria de
Guerra procede a instruir un sumarísimo de urgencia (1654/39). Cuatro meses
después comparece ante el Juez para la lectura de cargos y el 4 de mayo de 1940
se le comunica que se llevará a cabo la vista del Consejo de Guerra, así como
el nombramiento de defensor en la persona de Antonio Ruiz-Pérez Pérez. El
instructor de la Causa considera que “el hecho perseguido se encuentra
sancionado en el Bando de Guerra y Código Castrense, y se ratifica el
procesamiento de Arturo Torres Barranco que se encuentra detenido en la
Prisión del Seminario”.
Ser republicano, tener
ideología de izquierdas y haber fundado I.R. en una pequeña localidad conquense
era más que suficiente para que a mi abuelo le imputaran un delito de Rebelión.
Pero, ¿Quién se rebeló contra quien? A media España se la castigó con el encarcelamiento
y/o la muerte por no adherirse a la sublevación fascista.
El Consejo de Guerra tuvo lugar a las tres de la
tarde del día 6 de noviembre de 1940. En el expediente judicial custodiado en
el Archivo Histórico de Defensa, consta que se celebró en la Audiencia
Provincial de Cuenca. El rastreo de información del Ministerio del Interior
indica que tuvo lugar en Madrid. La acusación del Fiscal: culpable de un delito de auxilio a la rebelión,
siendo condenado a la pena de doce
años y un día de reclusión.
Transcurrieron doce meses sin notificación oficial de sentencia, por lo que con
fecha 14 de noviembre de 1941 mi abuelo escribe al Auditor de Guerra de
Aranjuez suplicando le sean concedidos los beneficios de la libertad
condicional o la prisión atenuada. Para ello se hacía imprescindible la
presentación de un aval ante la Comisión Provincial de Clasificación y
Excarcelamiento. Contó con un inmejorable aval fechado el 12 de noviembre de
1941 firmado por el entonces Alcalde de Torrubia del Campo, Ramón Salmerón
Herráiz, y los jefes de Falange en el que manifiestan que “no ven
inconveniente en que el convecino Arturo Torres Barranco recluido actualmente
en la Prisión Seminario de Cuenca, como presunto responsable de algunos sucesos
ocurridos en la localidad durante la dominación marxista, le sean concedidos
los beneficios de la libertad condicional o prisión atenuada, el que de ellos
corresponda en su caso según las leyes vigentes, ya que reconocen que su
culpabilidad no es grave ni lo conceptúan peligroso, siendo por tanto posible,
la convivencia con el mismo en este municipio”.
Quien promovió ese aval, tras un exhausto trabajo y
ayudó al abuelo cuando estaba en prisión, haciendo de soporte jurídico y
empeñándose en conseguir sacarle de aquel infierno fue Ramón Salmerón y su
mujer Asunción Sanz Pérez, hija de Baldomero Sanz el fundador de Solán de
Cabras. Ambos de derechas y adeptos al Glorioso Movimiento Nacional, pusieron
de manifiesto con éste este y otros actos, que existe una realidad que
no tiene en cuenta las ideologías y esta realidad no es otra que el
compromiso de vida y solidaridad con las personas.
Simultáneamente, el Auditor recibió una veintena de
declaraciones indicando que mi abuelo era un hombre de intachable conducta. Entre las declaraciones se encontraba la de
algún delator, perteneciente a la familia, concretamente el tío y primo de mi
abuelo desdiciéndose de sus denuncias.
Le concedieron la prisión atenuada el 23 de
noviembre de 1941. Había pasado encarcelado dos años, dos meses y trece días, abatido,
sometido a la tortura psicológica y física. Más de dos años conviviendo con el
miedo. Salió de la cárcel el 24 de noviembre de 1941 con una libertad precaria,
pues a todos los efectos seguía siendo un preso de Franco. Su libertad estaba
condicionada al comportamiento que tuviera fuera de la cárcel, por lo que tuvo
que vivir con la constante amenaza del retorno. Los salvadores de la patria no
le dejaron levantar la cabeza.
En la causa General instruida por la Fiscalía del Tribunal Supremo franquista,
encontré que cuando ya llevaba un año encarcelado y con fecha 28 de octubre de
1940, se le imputa junto con otros, el siguiente delito: “Durante
la guerra se incautó la horda marxista de las fortunas de los señores que a continuación
se relacionan, saqueó sus casas y hasta intentaron o pensaron atentar contra la
virtud de dos jóvenes hijas de un asesinado”.
“Intentaron o pensaron atentar”. No es que se tenga certeza del delito, tan solo se
supone. Incluso se supone lo que pensaban.
El 22 de mayo de 1943 el Auditor de Guerra de
Aranjuez manifiesta: “Examinada su causa
y valorados los hechos, no se encuentran méritos suficientes para tener por
justificada la perpetración de delito, por lo que se aconseja el sobreseimiento
provisional”.
En octubre de 1944 el Juez considera a mi abuelo
mero propagandista y el Auditor de Guerra acuerda dar curso a la libertad
vigilada. Seguía siendo preso. Aún no he podido averiguar el día que consiguió
la libertad definitiva.
El 27 de marzo de 1945 se decide finalmente el
sobreseimiento de los cargos. Vivió desde entonces su exilio interior
dentro de una sociedad herida, intoxicada de la estructura mental del dictador,
para el cual el orden era su orden, el
derecho su derecho y la vida no tenía valor.
Antes de que Auditor de Guerra aconsejara el
sobreseimiento provisional de la causa, mi abuelo fue citado a un
interrogatorio el 7 de abril de 1943. Se encontraba ya fuera de la cárcel en
prisión atenuada. El Auditor le
preguntó por la autoría de las firmas de una serie de documentos incautados en
relación con su militancia en Izquierda Republicana. El abuelo ratificó que
eran suyas. En algún momento el Auditor le pregunto si sentía arrepentimiento y
comenzó a mofarse de la República. Mi abuelo dijo: “Soy más republicano que nadie”, y
así lo recoge el sumario.
Gracias abuelo. Gracias por no doblegarte y por ser un hombre íntegro durante toda tu vida. Porque fuiste, soy y porque soy, será...
Mi
abuelo murió el 19 de mayo de 1975, cuando le quedaban unos meses
para cumplir ochenta años y antes de que el “caudilloporlagraciadedios”
abandonara la vida que nunca debió acogerle. Murió sin ver cumplido uno de sus
deseos y que no era otro que celebrar su ochenta aniversario rodeado de toda la
familia. Se llevó con él todo el dolor y su historia, que aunque a nadie más que a él
pertenecía, también era parte de la mía. Si yo hubiese sabido antes lo que se
hoy, en su féretro no hubiera faltado la bandera republicana.
Partí de cero y he conseguido recuperar una parte
importante de la Memoria de mi abuelo.
Contar con la certeza de que como tantos otros fue humillado y torturado en las
cárceles franquistas, que convivió con el hambre y el terror de una represión
institucionalizada, que cuando pudo salir de aquel infierno, era un ser
derrotado, agarrado a un bastón, un vencido que guardó silencio durante toda su
vida, no es suficiente. He intentado
iluminar su Memoria por mi padre y sobre todo por mi hija, para que no olvide
nunca y jamás tenga que luchar contra una palabra: IMPUNIDAD.
María
Torres
Nieta
de un republicano español
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