Una docena de voluntarios de Aranzadi exhumaron ayer en el cementerio de Tudela los restos de dos varones que, con toda probabilidad, podrían ser los de Bonifacio Gracia e Higinio Arriazu, vecinos de Ablitas asesinados en agosto de 1936.
Nieves Arigita, en Diario de Noticias de Navarra
- Domingo, 7 de Febrero de 2010 http://www.noticiasdenavarra.com/2010/02/07/sociedad/navarra/abrir-zanjas-para-cerrar-heridas
"En muchos sitios no hemos encontrado a las personas que esperábamos y eso ha representado para las familias un verdadero disgusto. Pero, por lo menos, todos hemos hecho el esfuerzo de intentar localizar a los muertos. Como unos representan a otros porque todos corrieron el mismo destino, fueron asesinados injustamente, todos son los mismos y es lo que debe reconfortarnos ya que nunca podremos encontrar a los más de 100.000 que se dice que desaparecieron en idénticas circunstancias". Es la idea que el director de Antropología de Aranzadi, Paco Etxeberría, intentó transmitir a modo de puntos de sutura en la herida abierta de los familiares de Bonifacio Gracia Enciso e Higinio Arriazu Gil, los dos abliteros asesinados en 1936 cuando tenían 51 y 30 años respectivamente. A instancias de la Asociación Para No Olvidar, podrían reposar por fin en su pueblo, bajo un monolito de piedra de cantera que el mismo colectivo está construyendo en el cementerio de Ablitas para su reposo y el de otros seis desaparecidos.
Metido todavía en una húmeda y fría zanja de más de metro y medio de profundidad, en un rincón del cementerio de Tudela sobre el que durante más de 70 años sólo ha habido una losa de silencio, Etxeberría abría ayer, ya anocheciendo, una nueva puerta: La de la identificación definitiva de los dos cuerpos exhumados después de una larga e intensa jornada de emociones, recuerdos, trabajo, empeño y voluntad por devolver la dignidad a dos hombres que, como recordó la hija de Bonifacio y presidenta de la asociación Para No Olvidar, Carolina Gracia, "el único mal que habían hecho era trabajar y pertenecer a UGT". De hecho, a su padre se lo llevaron cuando ella sólo tenía 5 años, "cuando yo misma estaba sentada sobre sus piernas, sentados en el portal de nuestra casa, junto a mi hermano Rosendo". Tanto Carolina como su hermano, que ayer asistieron a la exhumación, fueron claves para determinar el lugar en el que se encontraban los cuerpos porque "todos los años, el día de Todos los Santos, veníamos con mi madre a poner flores aquí".
A expensas de lo que determinen los estudios antropológicos de los restos (que serán analizados en el laboratorio de la facultad de Medicina de San Sebastián), la posibilidad de que los dos varones encontrados ayer sean Bonifacio e Higinio deja pocas dudas. De hecho, el hijo de otro fusilado el mismo día que ellos, recuperó el cuerpo (metido en un féretro) hace 60 años, en ese lugar. Su testimonio fue clave y siempre aseguró que allí seguían enterrados los otros dos abliteros. Por eso, la docena de voluntarios de Aranzadi que se desplazaron ayer a Tudela centraron su trabajo, desde el principio, en ese punto.
Los restos
Uno sobre otro y tiro de gracia
La aparición de cal, a metro y medio de profundidad, a las 11.40 horas empezó a relajar la incertidumbre. Como un tétrico sudario, la gruesa capa de óxido de calcio dio paso a los primeros restos. "Hay huesos perfectamente conservados y otros muy estropeados. Se trata de dos varones, uno sobre otro. El de abajo está boca abajo y el de arriba de lado, apoyado sobre el lateral", explicó Paco Etxeberría. Sean quienes sean, sólo hizo falta un primer vistazo sobre el terreno para saber que fueron asesinados ya que el cráneo de uno de ellos, el de más edad, estaba destrozado a causa de un proyectil que, posteriormente, apareció entre la tierra. Antes de llegar a ese punto, habían sido necesarias casi seis horas de pico, pala y hachas para cortar las gruesas raíces del ciprés bajo el que se cavó la zanja. En la labor colaboraron, junto a los miembros de Aranzadi, el nieto de Bonifacio y familiares de otros fusilados, como el murchantino Antonio Bartos que en 2005 recuperó el cuerpo de su tío Genaro Ochoa en una fosa de las Bardenas, en término de Fustiñana, junto a otros seis hombres.
Valió la pena el titánico esfuerzo y quedó en el aire confirmar si los huesos que ahora reposan en bolsas y cajas de plástico sostuvieron alguna vez el sentir y el actuar de dos abliteros que recibieron un balazo "por estar del lado de la libertad, la justicia social y la legalidad de la II República".
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