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sábado, 4 de septiembre de 2010

En Nueva York regalan memoria histórica de aquí al lunes (6 de septiembre)

Sábado, 4 de Septiembre de 2010

Imagen de 1917 en la que un grupo de inmigrantes se prepara para un examen médico. / ancestry.com/inmigration

Ninguna primera visita a Nueva York tiene mucho sentido sin pasar por la Isla de Ellis, que entre 1892 y 1954 fue el purgatorio donde hacían cola todos los inmigrantes en lista de espera para entrar a la ciudad. A día de hoy es un museo que se visita con gran aprovechamiento y ojo, no poco sobresalto, a poco que se esté atento.

Las historias de inmigrantes, como las del descubrimiento de América y la conquista del Oeste, se suelen embellecer mucho a toro pasado. Que si aquello fue una gran gesta, una epopeya tremenda, etc. Cuando en vivo y en directo estas cosas son más bien estremecedoras. No emigra quien quiere sino quien debe, por muy pocas ganas que tenga de ver mundo y muy nulo que sea su afán de aventura.

Se emigra por y con horror. Recuerdo la primera vez que pisé Ellis. Tantos años después de cerrarse como aduana humana esos muros todavía desprenden vibraciones no sé si malas pero sí profundamente perturbadoras. Recuerdo la fotografía, obviamente en blanco y negro, de una mujer recién llegada de Lituania. Su espeso rostro espantado. Súbitamente dándose cuenta de la enormidad a la que se enfrenta y de la imposibilidad de retroceder. De lo mucho que le queda por sufrir para que sus nietos, con suerte, levanten cabeza.

El Museo de la Inmigración de la Isla de Ellis guarda muchos documentos, escritos y gráficos, que muchos americanos utilizan rutinariamente para rastrear sus ancestros. A veces a ciegas, meramente tecleando sus apellidos en el ordenador, a veces con criterios de búsqueda más concretos. También es posible consultar más de 1.700 historias orales de inmigrantes, que el National Park Service empezó a grabar en los años 70.

Lillian Galletta. / ancestry.com/inmigration

Hay historias conmovedoras de supervivientes del Titanic. Está también la historia de Lillian Galletta, que con cuatro años de edad dejó Sicilia acompañada por su madre y sus cuatro hermanos. Llegaron en 1928 a Nueva York, donde les esperaba su padre. Una Lillian ya adulta prorrumpe en incontrolables, perennes lágrimas, al acordarse de la emoción de volver a verle y abrazarle después de tanto tiempo de separación forzada por la puta miseria. Está Isabel Belarsky que a los 9 años de edad tuvo que dejar Rusia con toda su familia huyendo de la persecución religiosa (¿adivináis de qué religión era?). Etc.

Normalmente hay que venir a Nueva York para escuchar estas grabaciones, que están a disposición de los visitantes de la isla y del museo. Pero esta semana las han colgado gratis online. Están a disposición de cualquiera que las quiera oír, desde cualquier lugar del mundo en www.ancestry.com/immigration, hasta el lunes que viene, 6 de septiembre, que es la fiesta federal del Labor Day. Como el Primero de Mayo americano.

Faltarán sólo cinco días para el 11-S, el noveno ya, que este año se conmemora bajo la ominosa sombra de una desconfianza hacia el otro (musulmán en Nueva York, inmigrante en Arizona) más fuerte y más irracional que nunca.

God bless America. Pero la de verdad. La que no olvida cómo empezó todo.

http://www.cuartopoder.es/lagatasobreelteclado/en-nueva-york-regalan-memoria-historica-de-aqui-al-lunes-6-de-septiembre/413

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