Contacto por e.mail

Contacto por e.mail: fuertesancristobal.pamplona@gmail.com

domingo, 31 de marzo de 2013

Un pueblo de Burgos homenajea a 24 fusilados en 1936 maniatados por la espalda

Gaspar cavó su propia fosa
.

Los técnicos ocupan la fosa de Loma de Montija en la misma posición en que hallaron a las víctimas. / ÓSCAR RODRÍGUEZ
.
Los falangistas habían ido a buscarlo dos noches a su casa para obligarle a cavar las fosas donde iban arrojando a sus víctimas después de matarlas. La tercera noche, Gaspar Pereda no volvió. Había cavado su propia fosa.
Era 20 de noviembre de 1936. Tenía 55 años, mujer y seis hijos, tres de ellos menores de edad. “Esa noche, él debió intuir lo que iba a pasar porque antes de salir de casa, al contrario que las otras dos noches, se despidió de mi abuela y de mi tía con un beso”, explica su nieta, Ana Pereda.

Gaspar Pereda fue fusilado y arrojado a una fosa de 6,5 metros de largo y 2,5 de ancho en una finca de cultivo de Loma de Montija (Burgos) con otros 22 hombres y una mujer. Un equipo de 25 técnicos de la sociedad de ciencias Aranzadi exhumó los cuerpos, enterrados a 50 centímetros de profundidad, en abril de 2011. La mitad tenía las manos atadas por la espalda con alambre.

Tras analizar los restos genéticamente en el laboratorio de la facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco, ayer se celebró en Gayangos (Burgos) la localidad de donde procedían la mayoría de las víctimas, un homenaje. Sus familiares volvieron a enterrarlos juntos, pero bajo una lápida con sus nombres y apellidos.



La fosa tras la exhumación. / ÓSCAR RODRÍGUEZ

Ahora tienen un lugar al que llevarles flores cuando quieran. Francisco Etxeberria, el forense que dirigió los trabajos de exhumación e identificación de las víctimas, ha abierto más de un centenar de fosas del franquismo desde el año 2000, pero cuenta que en esta los familiares de las víctimas le contaron un episodio que le sobrecogió especialmente. “El hijo de uno de los fusilados me dijo que había ido al sitio con su madre dos años después de que mataran a su padre para dejar unas flores. Al llegar, les apedrearon vecinos del pueblo. Tuvieron que escaparse corriendo. El hombre decía que ese era el recuerdo más triste de su vida”.

Los familiares de las víctimas siempre supieron que sus seres queridos habían ido a parar a esta fosa porque un hombre logró escapar aquella noche de la muerte. “El tiro le dejó herido, pero no le mató. Así que cuando los asesinos se fueron, bajó al pueblo y contó lo que había pasado antes de marcharse para siempre”, relata Ana Pereda. “En el pueblo, los familiares de los muertos pactaron no decir que lo habían visto por temor a que los falangistas mataran a toda su familia en represalia por haber sobrevivido”.

Para entonces, a la familia Pereda ya le habían provocado un sufrimiento inmenso. Gaspar era, la noche que lo mataron, un padre con el corazón roto que sabía que el mayor de sus hijos, Lucas, de 24 años, había sido asesinado por los falangistas y que su cuerpo estaba tirado en cualquier cuneta. “A Lucas lo fueron a buscar un mes antes de que mataran a mi abuelo. Los dos eran labradores, gente de campo. No estaban metidos en política, pero estaban marcados por votar a la izquierda. En el pueblo contaban que había sido el cura el que había hecho la lista de fusilados para los falangistas”, relata Pereda.

Tras el asesinato de Lucas, los hijos de Gaspar se fueron a esconder al monte. En la casa solo se quedaron las mujeres, el más pequeño de los hijos y el propio Gaspar, que no quiso dejarles solos. Hasta que la tercera noche, los falangistas no le dejaron volver a casa después de haberle obligado a cavar su tercera y última fosa.

Pero como en tantos otros pueblos, los asesinos no se conformaron con matar a los hombres. Y después de fusilar a Lucas y a Gaspar, humillaron a las mujeres. A las viudas. “El día de la fiesta del pueblo cogieron a mi abuela y a mi tía, les raparon la cabeza delante de todo el mundo y las obligaron a barrer así la plaza del pueblo. También les dieron aceite de ricino”, cuenta Pereda. “A ellas y a todas las mujeres de rojos”. “Mi padre nos contó lo que había pasado, pero nunca quién lo había hecho. Decía que no tenía sentido aumentar los odios, porque había que convivir con quienes habían hecho todo aquello”.

Agustín Fernández buscaba en esta fosa a su abuela, Severina Pérez. Él fue quien promovió la exhumación e inició el papeleo para solicitar los permisos, la subvención del Gobierno... Pero no ha tenido suerte. Ninguno de los restos hallados se corresponde con su abuela. “Pensábamos que la habían traído aquí. Sabemos que los falangistas la subieron a un camión junto a su hija Lucía, que llevaba en brazos a Esperanza, un bebé de poco tiempo”, relata. Finalmente, al negarse Lucía a dejar a su bebé, la dejaron bajar. Pero Severina, que tenía entonces 62 años y estaba viuda, no pudo librarse. “Mi abuela tenía un negocio de ultramarinos con una taberna en la parte baja de la casa y yo creo que la mataron porque tenían deudas con ella”.

Sus hijos estaban en el frente, luchando con los republicanos, cuando fusilaron a su madre. Al regresar, fueron enviados a distintos penales: Santoña, Cádiz, Valdenoceda... Esperanza, el bebé que salvó a su madre de continuar el trayecto en aquel camión, relató durante la exhumación que uno de sus primeros recuerdos de pequeña era precisamente el de ver a su madre y a sus tías escribir cartas a los hombres: al frente de guerra primero y a la cárcel después.

Agustín asegura que seguirá buscando a su abuela. Ana promete hacer lo posible por rescatar de la cuneta a la que fue arrojado, los restos de su tío. Lo harán solos, sin apoyo económico, porque la de Loma de Montija fue una de las últimas exhumaciones que se realizaron con subvención del Gobierno. Ya no hay dinero para la recuperación de la memoria.

http://politica.elpais.com/politica/2013/03/30/actualidad/1364663658_810846.html

viernes, 29 de marzo de 2013

Recuperados en una sima de Urbasa (Navarra) diez cadáveres de la Guerra Civil

Recuperados en una sima de Urbasa (Navarra) diez cadáveres de la Guerra Civil
Recuperados en una sima de Urbasa (Navarra) diez cadáveres de la Guerra Civil
Diez cadáveres han sido recuperados en la sima El Raso, en la sierra de Urbasa, donde la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra y miembros de la sociedad Arazandi estaban buscando los cuerpos de tres navarros que fueron asesinados durante la Guerra Civil.
A las 14.00 horas de hoy han terminado los trabajos en la sima, en los que también han intervenido dos espeleólogos, y que han sido seguidos de cerca por los nietos de dos de las personas, cuyos restos se sospechaba que estaban en la fosa.
En el lugar se ha encontrado además una granada, algo que no es habitual en Navarra, ya que "no había frente de guerra", según ha explicado a Efe Joseba Eceolaza, uno de los miembros de la asociación, quien ha comentado que han dado aviso a la Guardia Civil que ha enviado equipos especiales para hacerse cargo del artefacto.
Los trabajos comenzaron cuando las familias de Balbino Bados y Balbino García contactaron con la asociación para exhumar sus cadáveres, junto con el de Gregorio García.
En el caso de este último al no tener familia directa ha sido el Ayuntamiento de Eulate, del que fue vecino y concejal, el que ha llevado la iniciativa y el que ha expresado su disposición a hacerse cargo de sus restos, lo que ha sido valorado por Eceolaza.
"Se trata de militantes republicanos que en 1936 fueron fusilados, con la singularidad de que además los arrojaron a una sima en un intento de ocultar su muerte, de lanzarlos todavía más al olvido", ha señalado Eceolaza.
Tras pedir los permisos pertinentes al Gobierno de Navarra y contactar con la asociación Aranzadi, al frente de la cual trabaja el forense Francisco Etxeberria, comenzó la recuperación: entraron en la sima, rompieron un suelo de cemento y accedieron al interior, donde, según ha relatado, se encontraron con que no había tres, sino diez cuerpos.
Los restos han sido enviados al laboratorio de Aranzadi en San Sebastián, donde se harán los análisis convenientes y se cotejarán con una propuesta de identificación, que en el caso de que resulte positiva dará lugar a la entrega de los cuerpos a las familias y al Ayuntamiento de Eulate en los casos citados. Para ello habrá que esperar entre tres o cuatro meses.
En el resto, en el caso de que no se logre identificarlos, tendrán que decidir qué hacer con ellos, según Eceolaza, quien ha apuntado que una posibilidad sería devolverlos a la sima y rendirles allí algún tipo de homenaje.
Aunque no saben quienes pueden ser, sospechan que entre los siete fallecidos puede encontrarse una maestra republicana de Pamplona y además, como uno de ellos iba vestido de militar, creen que puede tratarse de "alguien obligado a alistarse a los tercios carlistas, que se escapó y cuando lo cogieron lo fusilaron".
La Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra ha actuado a lo largo de diez años en 46 fosas, ha encontrado con éstos un total de 217 cuerpos y ha entregado a sus familias 88 restos.

martes, 26 de marzo de 2013

Los restos de seis personas fusiladas, ocultos durante 77 años en la sima del raso de Urbasa

ASESINADOS POR EL BANDO FRANQUISTA DURANTE LA GUERRA CIVIL


TÉCNICOS DE ARANZADI HALLARON AYER A 10 METROS DE PROFUNDIDAD MÁS RESTOS DE LOS QUE BUSCABAN

La Asociación de Familiares de Fusilados tiene el encargo de exhumar a Balbino García de Albizu y Felix Goya
LOLA CABASÉS - Domingo, 24 de Marzo de 2013 
PAMPLONA. Un equipo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi dirigida por Paco Etxeberria, al que se sumó el espeleólogo estellés Patxi Areta, descubrió ayer en una sima del raso de Urbasa los restos de seis personas, que podrían ser siete, que fueron arrojados a este lugar después de ser fusiladas por el bando franquista al inicio de la Guerra Civil. Esta labor, cuya exhumación podría tener lugar a lo largo de la próxima semana, se inició ayer con las autorizaciones pertinentes y después de que así lo han solicitado las familias de dos de los asesinados, Balbino García de Albizu Usarbarrena y Félix Goya Urbieta. Ambos han compartido este macabro enterramiento durante 77 años con Balbino Bados García, padre del expresidente del Parlamento de Navarra recientemente fallecido y, ahora se ha comprobado, con otras tres o cuarto personas más.


Debido al hallazgo de más restos de los esperados, la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra solicitará al Gobierno foral autorización para exhumarlos, según explicó ayer Josetxo Arbizu, quien precisó que tienen la petición de las familias García Albizu y Goya para localizar los restos y devolvérselos a sus familias para que puedan reposar en un lugar adecuado y contribuir a recuperar la dignidad que les arrebataron. "Para poder identificarlos, habrá que exhumar a todos", señaló Arbizu quién añadió que, además, "la asociación recibió hace unos meses un correo de Vitoria pidiéndonos la localización de dos alaveses que fusilaron en Urbasa y enterrados en una sima. Pensamos que puede tratarse de ellos".
Las labores realizadas ayer comenzaron sobre las diez de la mañana y concluyeron pasadas las cuatro de la tarde. Unas cuarenta personas, entre familiares de fusilados, expertos de Aranzadi y espeleólogos, se dieron cita en el raso de Urbasa y vivieron momentos muy emocionantes, coincidieron en apuntar Patxi Areta, José Arbizu o Javier Yaben, así como familiares de los asesinados.
La de ayer no era la primera vez que se descendía al interior de esta sima que en su día fue cerrada con una plancha de hormigón y en cuyas inmediaciones hay una placa de reconocimiento a los asesinados. En 1956 un grupo de personas, entre ellas Eugenio Roa o Blas Elcano, inspeccionó este lugar y, tal y como comentaba ayer Patxi Areta, "volvieron horrorizados a Estella", donde casualmente se celebraba un acto de exaltación a la dictadura. En 1961-62 otro grupo de espeleólogos, entre los que se encontraban Paco Lisarri y Jesús López, se adentraron en la sima pero, al parecer, no relacionaron los restos con la guerra civil. En 1977, hubo un tercer intento por otro grupo integrado, entre otros, por José Mª Jimeno Jurío y Patxi Areta pero encontraron la sima sellada.
Ayer, gracias a los testimonios de vecinos de la zona, se pudo localizar el punto exacto. Con una excavadora se retiró la tierra depositada encima y se abrió un hueco en la plancha de hormigón por el que se deslizaron los expertos de Aranzadi y Areta. A diez metros de profundidad encontraron los restos de al menos seis personas, así como de sus ropas, calzado e incluso un par de monedas. Se tomaron muestras y medidas y se dejó el lugar preparado para proceder a exhumar los restos humanos, poder identificarlos, entregarlos a sus familias y cerrar así un nuevo capítulo de la tragedia que vivieron las familias represaliadas por las hordas falangistas y carlistas que iniciaron la guerra y auparon la dictadura de Franco
.

jueves, 14 de marzo de 2013

Italia armó el Golpe el uno de julio de 1936


DESCUBIERTOS CUATRO CONTRATOS DE COMPRA DE ARMAMENTO A MUSSOLINI

Italia armó el Golpe el uno de julio de 1936
Foto deltablecimiento madrileño de Perfumerías Álvarez Gómez durante la Guerra Civil, 

Peio H. Riaño14/03/2013A


Los golpistas pasaron por el supermercado de las armas dos semanas antes de que se sublevaran el 18 de julio de 1936. Cargaron el carro de la compra en la Italia de Mussolini con más de 40 aviones, más de 10.000 bombas de 2 kilos, más de 2.000 de 50 kilos y más todavía, carburantes y lubricantes, ametralladoras y proyectiles perforantes en la Italia de Mussolini. La cuenta ascendió a más de 39 millones de liras (más de 340 millones de euros ajustados a la inflación). El descubrimiento de los cuatro contratos firmados por Pedro Sainz Rodríguez -con el apoyo personal, antes y después, de Antonio Goicoechea y el más que probable conocimiento de Calvo Sotelo- y la SIAI, la gigante de la industria aeronáutica italiana, retoca el relato de los acontecimientos del golpe de Estado de los militares y sus consecuencias.
El primer contrato aclara que los suministros deben entregarse durante el mes de julio. “Es decir, eran la punta de lanza que había de asegurar el éxito de la sublevación en el curso de las siguientes semanas. Nos parece imposible que Sainz Rodríguez no comunicara a los italianos la fecha, más o menos aproximada, de la rebelión”, escribe en el libro colectivo Los mitos del 18 de julio (Crítica) Ángel Viñas, responsable del rescate de estos documentos.  
A la entrega del material había que pagar a tocateja. El historiador señala como generoso avalista al banquero Juan March, aunque con precaución: “No sugerimos en modo alguno que participara en las negociaciones sobre el material, cuyo contenido técnico escapaba a su competencia, pero sí que en Roma, en donde residía o adonde podía desplazarse fácilmente desde Francia, pudo utilizar su fortuna en resolver las inquietudes que la cuestión del pago provocase a los italianos”. Lo que sí está demostrado es que March fue el gran financiador de la conspiración, amén de otros, pero ya en marzo de 1936, a través del banco Kleinwort Benson, el empresario mallorquín otorgó un crédito de medio millón de libras (21 millones de pesetas de la época, “una cantidad enorme”).
Los planes de Mola
La compra encajaba a la perfección con los planes originales de Mola, que tanto se han comentado: “Violencia extrema, muy probable fracaso en Madrid y Barcelona”. Así lo confirma la carta que escribió el director de la sublevación al conde de los Andes, el 31 de julio, uno de sus conspiradores más fieles, para pedirle todo el apoyo económico para invertir en la presión aérea: “Tenga en cuenta que la aviación es de un enorme efecto moral y si pronto no tenemos aviones pudiera darse el caso de que decayera la moral, precisamente en momentos en que sea necesario el mayor esfuerzo. Se lo pido a Vd. en tono de súplica y por nuestra santa causa [sic]. Hay que convencer a cuantos tengan dinero que de su desprendimiento depende no ya la salvación de España, sino la de toda una civilización. Ya lo sabe: sea como sea y al precio que sea sus ‘pajaritos’”.
Para entonces, los primeros aviones italianos habían llegado a Franco, no a Mola. La negociación de los contratos discurrió en paralelo a la preparación de la insurrección y probablemente se aceleró a medida que se acercaba la fecha. Ello no quiere decir que Mussolini pensara en apoyar un conflicto largo en España. De hecho, lo comprado -43 aviones, bombas por un total de 40.000 kilos, poco más de 300.000 cartuchos- no basta para resolver una contienda prolongada, pero sí para el empujón inicial que quería Mola resolver antes del café.  
Las modernas armas de guerra se adquirieron, según el historiador, con la idea de apoyar las operaciones de tierra y con el fin de desmantelar la desvencijada aviación gubernamental. Se trataba de aparatos muy manejables, rápidos, robustos y adversarios perfectos. “Treinta y tres CR 32 no eran una fruslería. Podemos imaginar lo que representaron contra los, en general, obsoletos aviones gubernamentales”, asegura Viñas.
Los contratos hasta ahora desconocidos, pese a dormir en archivos españoles, suponen el inicio de una investigación que debería revelar la parte de la cúpula militar golpista que asesoró a Sainz Rodríguez –imposible pensar que fue por libre en la operación- en la petición del material (aunque todo apunte a Mola, con asesoría técnica de Kindelán o Galarza), y, por ejemplo, quién manejaría los aparatos. Además, la fecha de inicio del golpe queda ligada a esos contratos y al apoyo fascista. “Y desde luego nada tiene que ver con el asesinato de Calvo Sotelo, que no precipitó nada”, asegura Francisco Pérez Sánchez, en el prólogo del libro Los mitos del 18 de julio, en el que también participan los historiadores Fernando Puell de la Villa, Julio Aróstegui, Eduardo González Calleja, Hilari Raguer, Xosé M. Núñez Seixas, Fernando Hernández Sánchez y José Luis Ledesma.
Revisar el 18 de julio
El origen de la idea de este libro se sitúa en un curso celebrado en julio de 2011 en El Escorial, en el que se debatieron todas las leyendas que la publicación delDiccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia removió. La historiografía española ha reaccionado tras la aparición de la polémica obra con varios libros que tratan de devolver la claridad al caudal enturbiado por la vuelta a los viejos mitos franquistas que hablan de “alzamiento” o “pronunciamiento” en vez de golpe de Estado, “Cruzada” en vez de Guerra Civil.
La recuperación de esos fantasmas logra, casi ocho décadas después, que Franco cambie hasta su traje de dictador. El libro al que hacemos referencia repasa las leyendas construidas ya en la misma guerra por los contendientes, que se mantuvieron “pertinaces con gran solera, raigambre y persistente utilización” por ser “los que triunfaron en la contienda y tuvieron el país a su servicio durante décadas”, explica el coordinador del libro.
Las antiguas versiones rejuvenecidas que el libro desmonta pueden resumirse en un decálogo básico:
UNO. El golpe del 18 de julio no fue obra sólo de militares, sino también de civiles con papel sustancial para que triunfase.
DOS. Que no fue “un golpe doméstico”, sino que “contó con la connivencia de una potencia extranjera, la Italia fascista, a la que se compró armamento antes del golpe.
TRES. Que la fecha de inicio del golpe está ligada a esos contratos y al apoyo fascista prometido “y desde luego nada tiene que ver con el asesinato de Calvo Sotelo, que no precipitó nada”.
CUATRO. Que la defensa de la Iglesia y del catolicismo “simplemente no existió en el diseño y ejecución del golpe, y no fue ni un objetivo explícito de los golpistas ni su principal motivación, ni hay prueba alguna de que lo fuera”.
CINCO. Que el golpe no pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha, “sino las reformas progresistas, pero democráticas, del primer bienio republicano que los gobiernos Azaña-Casares Quiroga retomaron e impulsaron”. Acabar con una eliminaría la tan cacareada posibilidad, remota o no, de una insurrección obrera.
SEIS. Que “ninguna organización republicana u obrera se puso manos a la obra con el propósito de subvertir el orden constitucional en la primavera de 1936, bien porque no querían, bien porque no podían hacerlo”.
SIETE. Que “no había en marcha ninguna intervención de la Komintern ni de la URSS en España”, porque en “ningún lugar de Europa entre 1918 y 1939 triunfó ninguna revolución obrera ni hubo ninguna ‘expansión comunista’, pues el comunismo ni pudo si supo salir de la URSS”.
OCHO. Que “no había antes de la guerra una ‘violencia revolucionaria’ o un ‘terror rojo’ extendido, no había ninguna dinámica de exterminio ni ‘liquidación de los enemigos de clase’ que pudiera continuarse después del 18 de julio, es decir, no se asesinaba a las ‘gentes de orden’, pues el número de empresarios y propietarios que lo fueron en los meses anteriores al 18 de julio es ínfimo, y el de religiosos inexistente”.
NUEVE. Que “la República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una guerra, sino que fue destruida por un golpe militar que, al contar con la connivencia de un país extranjero y no triunfar en buena parte del territorio y en la capital, se encaminó automáticamente a una guerra civil”.
DIEZ. Que la República “tuvo que bregar por otro con una izquierda obrera que tendía con frecuencia al maximalismo, es decir, que consideraba que la democracia era irreconciliable con el capitalismo e inviable mientras este existiese, y que temía que se entregase pacíficamente al fascismo como había sucedido en toda Europa”.
La luz del descubrimiento aclara que las dos Españas no existieron ni estaban destinadas a enfrentarse, que el destino de este país no era la sangre, ni existía una guerra civil no declarada dentro de la sociedad española en los años treinta. No hubo un “alzamiento” de media España contra la otra media.

Testimonios sobre los fusilamientos de la cantera de Bera


por Fernando Mikelarena - Jueves, 21 de Febrero de 2013 

En los últimos días he podido leer el Informe relativo a la Exhumación y Análisis de dos fosas comunes del cementerio de Bera realizado por el equipo del forense Francisco Etxeberria . La exhumación se realizó el pasado mes de noviembre. Con ella se trataba de recuperar los restos de los más de un centenar de simpatizantes del bando republicano fusilados en la cantera de Bera, traídos desde la cárcel de Ondarreta y vecinos de diferentes localidades guipuzcoanas.

Hay que recalcar que la cantera de Bera sería el lugar de Navarra en donde habría sido asesinada más gente, constituyendo a priori una óptima credencial para ser catalogada como de los principales lugares de la memoria navarros en relación con la represión franquista durante la guerra civil.  Aunque por problemas derivados con la construcción en los años ochenta de fosas particulares encima de la mayor parte de la fosa común primigenia, solamente se han podido recuperar restos de siete asesinados, un informe de la Guardia Civil transmitido por el Gobierno Civil de Navarra en enero de 1959, en cumplimiento con la orden de localización de fosas comunes de la guerra para el traslado de restos al Valle de los Caídos, hablaba de la existencia de restos de unos 130 ejecutados en la misma.

Ni en el informe referido, tal y como señala la lesakarra Ana Rekondo que al igual que en otras cuestiones relativas a otros asesinados en ésta también ha dado pruebas de su extraordinaria tenacidad y perspicacia, ni en nuestras investigaciones acerca de la materia se han conseguido más datos sobre los nombres de los asesinados porque ni en el archivo municipal ni en el archivo del juzgado de paz de la propia localidad hay ningún documento al respecto como resultado, sin duda, de una exhaustiva labor de expurgo documental sobre la materia.

Aunque Iñaki Egaña, uno de los elaboradores del informe, recoge la hipótesis, que ya mencionaba en una obra anterior, de Andoni Astigarraga de que los fusilamientos de Bera tuvieron lugar los días 17, 18 y 19 de enero de 1937, él mismo apunta, en conformidad con los datos aportados por los registros civiles de varias localidades guipuzcoanas relativos a una docena de fusilados en la cantera de Bera, que los asesinatos acaecieron en el otoño de 1936.

La secuencia de esos asesinatos habría sido a tenor de esos datos la siguiente: 13 de septiembre (1), 14 de septiembre (1), 22 de septiembre (1), 27 de septiembre (1), 3 de octubre (1), 13 de octubre (1), 15 de octubre (1), 15 de noviembre (4), 17 de noviembre (1).  Seguidamente se reproducen diversos testimonios literarios acerca de los fusilamientos de la cantera de Bera. Cuatro de ellos pertenecen a la familia Baroja y se ordenan según el orden aproximado en que fueron redactados. Como se ve, todos esos testimonios están entrelazados entre sí y muestran que se habrían basado en unos mismos informantes para ofrecer los detalles que suministran.

El quinto testimonio corresponde a un obrero de la Fábrica de Fundiciones de Bera movilizado a mediados de agosto de 1936 y que fue entrevistado a los pocos meses, recogiéndose su testimonio en un volumen recopilado por José Miguel de Barandiarán. Todos ellos sirven para ubicar cronológicamente los fusilamientos de la cantera de Bera en el otoño de 1936, tras la toma de Irún y de San Sebastián.  El primer testimonio es de Carmen es el de Carmen Baroja y Nessi, hermana de Pío y Ricardo y madre de Julio y Pío Caro Baroja, en su autobiografía Recuerdos de una mujer de la generación del 98 (Barcelona, Tusquets, 1998).
Entre las páginas 172-173 narra lo siguiente:  “Luego en noches sucesivas se hablaba en el pueblo, con gran misterio y por los rincones, de los camiones que llegaban de noche y paraban en la cantera que hay camino de Lesaca:  - Sí, esta mañana ha venido el nuestro con unas hermosas botas y un jersey...  - Creo que han sido treinta, ayer no fueron más que doce …  - Allí estaba el alcalde, para que no quedara rastro por la mañana...  - Dice que son casi todos ferroviarios...

La gente que vivía en los caseríos de encima de la cantera salía de noche de sus casas para no oir las ametralladoras ni los lamentos. Los chiquillos del pueblo iban a escarbar en la tierra y encontraban allí hebillas de cinturón y algún encendedor. Afortunadamente, nuestra casa queda a más de dos kilómetros de este sitio siniestro. En el cementerio ya no quedaba sitio para enterrar a la gente”.  El segundo testimonio es el de Pío Baroja en su obra La guerra civil en la frontera, publicada por Caro Raggio en 2005 y redactada coetáneamente o en los años posteriores a la luz de anotaciones hechas entonces y de informaciones suministradas por otras personas.
Entre las páginas 153 y 154 señala “Parece ser que la cantera de Vera es un lugar de fusilamiento, que va tomando unas proporciones horribles. Se fusila de noche. El alcalde del pueblo, un indiano, gordo con aire estúpido, se presta a ayudar en las ejecuciones generosamente, y va con un farol a iluminar el sitio donde se mata. ¡Qué bajeza!”. También se refiere equivocadamente al asesinato del abogado irunés Nicolás Guerendiain en la misma cantera de Bera.  El tercer testimonio es de Julio Caro Baroja y fue publicado en su obra Los Baroja (Madrid, Taurus, 1972) en la página 320: “Hubo unos días, después de la toma de San Sebastián y de amplias zonas de Guipúzcoa, en que se hizo famosa la cantera de Vera, que queda a la salida del pueblo hacia Pamplona.

Era entonces un monte mucho menos socavado que hoy, pero que ya dejaba un anchurón, producido por las extracciones de piedra. Allí llegaban por las noches camiones con hombres de Guipuzcoa para ser fusilados”. “Frente a la fábrica del pueblo, en una antigua cantina, vivían dos amigos nuestros, y, uno de ellos, el tenor Isidoro Fagoaga, tuvo una crisis nerviosa a causa de lo que oía en aquellas noches trágicas”. 

El cuarto testimonio es de Pío Caro Baroja. En su obra Itinerario sentimental (Guía de Itzea) (Pamplona, Pamiela, 1996) entre las páginas 144-145 habla de los fusilamientos de la cantera y los data “después de la toma de Irún de la entrada en San Sebastián, el día 15 de septiembre”. “La cantera de Vera es un alto frontón de granito -en esa época mucho más reducido que actualmente- situada a la salida del pueblo camino de Pamplona, junto a la primera curva de la carretera”. “Todas las noches de la una a las dos de la mañana llegaban varios camiones con los focos apagados desde la zona que los franquistas iban dominando.
Como el puente de Endarlaza estaba cortado venían por la vía del tren -a la que habían quitado los raíles- que está al otro lado del río”. Al llegar a la cantera, “saltaban inmediatamente con sus fusiles, algún oficial y se les unía un grupo de paisanos del pueblo entre los que se distinguía un grueso individuo portador de un farol”. “De detrás de la caja a culatazos iban bajando los presos, gente vestida de azul, de todas las edades, que suplicaban, lloraban o se mantenían erguidos. Los traían atados y si ofrecían resistencia los tiraban empujándoles desde la caja del camión al suelo.
Luego los colocaban frente a los faros del coche y desde los laterales del vehículo los iban disparando como podían hasta que quedaban tendidos en el suelo, entonces el motor dejaban de tronar, un oficial se acercaba, empujaba con el pie los cuerpos hasta descubrir sus caras y los iba rematando uno a uno con una pistola chiquita con cachas de nácar.
Después los paisanos ayudaban a cargar los cadáveres y uno de ellos se montaba en la cabina para indicar al chófer dónde estaba el cementerio del pueblo, en donde les enterraban en la zanja”. “Yo sé, porque lo he oído decir, que había algunos de los condenados que intentaban quitarse la vida en el camino, pegándose golpes con la cabeza contra la caja del camión, sé que hubo alguno que herido llegó arrastrándose hasta el río, y de muchos que murieron con la frente erguida de espaldas ...pues a pesar de tener los ojos vendados tenían los criminales temor a sus miradas”. “Cuando terminaban con todos los que habían traído, la cantera quedaba en silencio, el hombre del farol y sus acompañantes trataban de borrar todo residuo de sangre o algún otro resto delatador de los asesinatos”. 

Anteriormente, se había referido al alcalde del pueblo con estas palabras: “El alcalde republicano del pueblo, hombre que pesaba a la sazón más de ciento treinta kilos, ante los hechos y la presencia de paso de Beorlegui y por el gran temor, se presentó al oficial que estaba en el hotel del pueblo en la misma carretera a Pamplona y allí, de rodillas, y ante tres o cuatro oficiales más confesó su equivocación de ideas, pidió perdón suplicante y testimonió que él siempre había ido a misa como el primero, que había sido buen católico y que siempre y en todo momento había defendido la causa del carlismo, aunque para ello y para ser más efectivo había aceptado aquel cargo de la alcaldía. Beorlegui, ante aquel mar de lágrimas hecho en sincera confesión se apiadó y le revalidó el título.
El alcalde le besó las manos y probablemente en un acceso de entusiasmo les abrazaría y les invitaría a café y copas y acto seguido daría cuenta de los elementos peligrosos del pueblo y de la forma de apoderarse de ellos si es que quedaba alguno, pues él mismo había visto subir aquella mañana camino de Francia a tres o cuatro jóvenes que pertenecían al Círculo republicano como los de Oroz, los Apat y algunos otros (…).

Pero no todos se escaparon, alguno cayó como Seminario, que había intervenido en las conversaciones de los obreros republicanos y los guardias civiles del pueblo, y otros dos más que se encontraron con el tiempo” (pp. 141-142).  Por último, el testimonio de Santos Echeverria, recogido por Ignacio Azpiazu en Ascain junto con otros 135 testimonios recopilados por José Miguel de Barandiarán en el libro editado por el Instituto Bidasoa en 2005 con el título La guerra civil en Euzkadi. El testimonio de Echeverria, situado entre las páginas 223 y 225 de ese volumen dice lo sigueinte:  “Yo estaba en Vera (Navarra) cuando estalló la Revolución.

Vera es un pueblo, cuya opinión política está dividida en: Requetés, U.G.T., Unión Republicana y Partido Nacionalista Vasco. No puedo calcular el volumen de cada una de estas opiniones. A mí me sorprendió el movimiento. El lunes siguiente al 18 de julio yo fui a trabajar como de costumbre a la Fundición de Vera, donde haciendo una labor dura entre polvo y sudores durante 8 horas diarias ganaba 6 pesetas al día. Entre los obreros iba ganando terreno la idea socialista debido principalmente a que éramos deudores a la República de las pequeñas mejoras que habíamos conseguido.
Antes de la implantación de la República trabajábamos 12 horas diarias y yo ganaba 3 pesetas, pues bien – como digo yo – fui el lunes a trabajar y pronto hubimos de interrumpir nuestras labores porque unos obreros de Irún armados de pistolas y escopetas se presentaron en la fábrica invitándonos de buenas formas a la huelga, que se había organizado con motivo de la sublevación de los militares. Estos milicianos fueron dueños de Vera durante todo el día y toda la noche del lunes hasta las 6 de la mañana del martes, hora que marcharon a Endarlaza. Ningún acto de violencia cometió, a nadie molestaron ni detuvieron. A la seis y media del martes entraron los requetés. Entre gritos de guerra y gestos de amenaza. Enseguida asaltaron los centros políticos contrarios a ellos; robaron cuanto en ellos encontraron y arrojaron por las ventanas sillas y mesas.
Registraron todas las casas de los que no eran carlistas y detuvieron a muchos, entre ellos a sus maestros nacionalistas vascos, cuyos nombres no conozco, a un tal Echenique, a D. Faustino Martínez, a Aldazábal apodado “Pistolas, a Cesáreo llamado “Sin rival” y a un carabinero. A todos los llevaron a Pamplona y fusilaron a D. Faustino Martínez, a Pistola, a Sin rival y al carabinero. Muchos hombres fuimos a Francia, yo entre ellos y a todas las familias pusieron en el trance de o reclamarnos a su lado o salir del pueblo. A mi padre le dijeron que si no volvía a Vera en el plazo de 24 horas fusilarían a él. Al llegar a mí esta noticia volví inmediatamente a Vera.
Mi primera impresión fue de temor. Supe enseguida que se habían cometido muchos crímenes. Detenían diariamente 10-20 rojos y nacionalistas, los llevaban a la cantera denominada “Argaiztzeko Arrobia”, los ataban de pies y manos y los tenían allí durante todo el día. A todos los que por allí pasaban se les obligaba a detenerse y a mirar a los que estaban prisioneros en la cantera. Eran requetés y falangistas los que así obligaban a los viajeros al grito:” Vista a la derecha”…” Vista a la izquierda”. A la noche fusilaban a los detenidos a los cuales se les daba sepultura en el cementerio o en el lugar llamado “Bartzalekua”, según que los ajusticiados se hubieran confesado o no. Algunos hombres de Vera se veían obligados por los requetés a hacer de enterradores.
Entre ellos mi padre.  Yo estuve escondido en mi casa desde que llegué hasta que fui llamado a frentes el 6 de agosto. Los que más se distinguieron en Vera como entusiastas del movimiento fueron D. Ángel Garín, que costeaba a los requetés a esplendidos banquetes y al P. Fernando que se dedicó a reclutar voluntarios. Este religioso iba vestido con uniforme de requeté y llevaba al cinto una pistola. El 6 de agosto fui a Pamplona en calidad de soldado. En Pamplona solían matar mucha gente. El público conocía el lugar y la hora de los fusilamientos y solía asistir a las ejecuciones en masa especialmente señoritas. A todos horribles espectáculos y para poner orden solíamos ir 10 ó 15 soldados de cada compañía. Yo fui una vez.

Aquella mañana fusilaron a dos fornidos muchachos”.  Finalmente, Echeverria, a finales de la primavera de 1937, conseguiría regresar a Bera desde el frente en Vizcaya y pasar desde allí a Francia. Los fusilamientos de guipuzcoanos afines a la legalidad republicana en la cantera de Bera, convirtiendo a este lugar en un auténtico icono por la magnitud de lo vivido allí, también debe contemplarse como una prolongación hacia el exterior de la represión franquista en Navarra. Existen testimonios de la actividad represora de franquistas navarros en los centros de detención de San Sebastián tras la toma de esta ciudad, incentivada desde luego por los mensajes de depuración publicados por la prensa navarra en aquel trágico otoño de 1936.

http://www.noticiasdenavarra.com/2013/02/21/opinion/tribuna-online/testimonios-sobre-los-fusilamientos-de-la-cantera-de-bera

lunes, 4 de marzo de 2013

Del Fuerte San Cristóbal a Francia, trece días de odisea desde el infierno hasta la libertad


INVESTIGACIÓN HISTÓRICA l

Trece días de odisea desde el infierno hasta la libertad

Jovino Fernández González, el berciano que consiguió alcanzar Francia tras la masiva fuga de la cruel prisión de San Cristóbal (Navarra) el 22 de mayo de 1938
D. Martínez / Ponferrada
La próxima primavera se cumplirán 75 años de uno de los episodios más legendarios a la par que tapado y desconocido de la guerra civil. El 22 de mayo de 1938, un total de 798 reclusos participaban en una fuga masiva del penal de castigo de las fuerzas franquistas de San Cristóbal, en Pamplona. Muchos morirían en la huida. Otros eran cazados y reintegrados a este fuerte militar. Sólo tres de ellos consiguieron alcanzar la frontera francesa y encontrar lo que entenderían por libertad. Uno de los tres era berciano.
Con la ayuda de familiares e investigadores, La Crónica recupera la desconocida historia de Jovino Fernández González, un joven minero, albañil y posteriormente militar de Santa Marina del Sil, conafiliación sindical a la CNT, enrolado en el ejército republicano y encarcelado en el penal de San Cristóbal el 23 de octubre de 1937.
Casi ocho meses después de ese ingreso se convertiría en un Ulises en los Pirineos, cuya vida fue salpicada por duros episodios.
Tras perder los republicanos la guerra, rehizo su vida como refugiado en Francia añorando siempre poder regresar a su querido Bierzo. Algo que sólo consiguió décadas después, muerto el dictador Francisco Franco.

De Santa Marina...Como tantos otros muchachos de todos los pueblos del entorno, Jovino trabajó desde muy joven en las minas de Toreno hasta que se le destinó a San Sebastián a prestar el servicio militar. Tras esta etapa decidió quedarse en Santander y unirse a la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) en 1932.En 1934, una falsa denuncia lo vincula a los movimientos obreros revolucionarios y Jovino cumpliría unos meses de cárcel en León y Oviedo.
Sin embargo, la victoria del Frente Popular las elecciones de febrero de 1936 supuso la amnistía para todos los presos políticos y Jovino pudo beneficiarse de tal decreto.

... a San CristóbalEl golpe militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Asturias. Allí decidió unirse al Ejército Regular republicano, donde formó parte del Segundo Cuerpo, 12º Brigada Mixta, batallón 212 y llegó a ser sargento de Enlaces y Transmisiones.
El bando nacional lo cogió prisionero en la defensa de Reinosa (Cantabria). Fue condenado a pena de muerte, que posteriormente le conmutarían por reclusión mayor: 30 años de prisión que lo llevarían al penal navarro de San Cristóbal.
Allí ingresó el 23 de octubre de 1937. Tal y cómo él mismo relató tiempo después en el periódico de la CNT Solidaridad Obrera,“los civiles me entregaron al jefe del penal del Fuerte de San Cristóbal como si se tratase de un fardo. Sin ropa, sin colchoneta, sin nada, con mis pobres harapos de prisionero me metieron en la brigada del patio”.
Los testimonios de los presos sobre las condiciones de vida en San Cristóbal son desgarradores.
El propio Jovino contó que “la comida era horrible, un día en la ración de potaje para cuarenta hombres pudimos contar hasta setenta garbanzos”. “El que enfermaba o tal vez le hacían enfermar no tenía médico, ni medicinas ni enfermería, moría como podía”.
Otros testimonios(cita recogida en el libro ‘Fuerte de San Cristóbal, 1938’)hablan de que “había grandes desconchones con nidos tremendos de chinches”,tal y como citaba el madrileño Ernesto Carratalá. “No nos daban más que un litro de agua para todo el día y con eso teníamos que lavarnos la cara, el plato, la cuchara”, recordaba Josu Urresti, de Ondarroa. “Allísólo te permitían tener piojos”.
“Para lavar la ropa había un lavadero lleno de piojos y agua sucia”. “No teníamos ropa, las zapatillas las hacíamos nosotros con una goma y telas de las colchonetas”, testimonio que ofreció para el citado libro el leonésLuis Félix Álvarez, de Armunia.

La fugaJovino llevaba ya 7 meses y 29 días en el pétreo infierno de San Cristóbal. Jornadas llenas de penuria, hacinamiento, insalubridad, frío extremo, humedad, hambre, maltratos y humillaciones.
Corría el domingo 22 de mayode 1938. El plan de fuga había comenzado hace meses. Un grupo de presos, buena parte de ellos juzgados en Vitoria, con Leopoldo Pico Pérez a la cabeza, trabajaronrecopilando información sobre los planos del fuerte. En buena parte gracias a los reclusos que desempeñaban servicios en el penal. Elaboraron una minuciosa estrategia para desarmar a los guardas y hacerse con el control de la fortificación.
Unos cuantos presos sabríande antemano que se planeaba una huida. Pero muy pocos de ellos conocerían los detalles de la operación. Eligieron la hora de la cena. Era un buen momento para aprovechar que los vigilantes bajaban la guardia y beneficiarse de la constante apertura de puertas.
Los organizadores de la fuga iríana través de los pasillos desarmando, encerrando y anulando a guardias, funcionarios y centinelas uno a uno, apoderándose de alguno de sus uniformes para continuar su plan con discreción. Mataron a uno de ellos.
Las entrañas del plan merecerían un extenso capítulo aparte. Si bien trabajos como el anteriormente mencionado libro, obra de Iñaki Alforja y Félix Sierra, recogen con gran precisión una reconstrucción de lo ocurrido.
Jovino se encontraba al margen del plan. “Al atardecer paseábamos por el patio. Se me acercó un ordenanza del Economato y me dijo en tono misterioso, hay jaleo, hay que tener cuidado”, relató a Solidaridad Obrera.

¡A la calle camaradas, sois libres!Sonaron tiros, eran momentos de confusión y miedo. Retumbabanpuertas y chirriaban cerrojos. Entraron compañeros en el patio portando fusiles con la ropa de los oficiales de la prisión. Alguien gritó ¡A la calle camaradas, sois libres!
Todo el mundo corría, muchos de ellos sin saber muy bien que hacer. Se apoyaban y preguntaban a los amigos y conocidos.Había una posibilidad de escapar del infierno. Finalmente fueron 795 los que se aventuraron a la evasión, en busca de una libertad y una dignidad negada desde hacía demasiado tiempo.
Confusos, temerosos, débiles, cansados, enfermos, hambrientos, desarmados, mal vestidos y mal calzados, salieron en columna, cómo pudieron, buscaron senderos, se escondieron en los montes e intentaban avanzar en la dirección opuesta al infierno.
Para la mayoría de ellos la aventura no duró mucho. En cuanto le fue posible, el ejército cortó puentes y carreteras. Enseguidase conformó un gran despliegue para capturar los fugados, que en su huida escuchaban los aterradores estruendos de las ametralladoras a discreción. Se percibía la falta de compasión allí donde los guardias encontraban a un fugitivo.
Hay descuadres con los números, pero las cifras oficiales hablan de que 207 presos murieron en la huida. Otros 585 fueron capturados y reintegrados al fuerte con duros castigos. Tres llegaron a la frontera francesa. Valentín Lorenzo Bajo (Villar del Ciervo, Salamanca),José Marinero Sanz (Dehesa Mayor, Segovia) y el berciano Jovino Fernández González.
Valentín y José estaban en el mismo grupo en la escapada y pudieron hacer juntos su travesía.
Jovino se quedó solo muy pronto. “Iba con un grupo primero de 20 compañeros. A los dos días quedábamos tres y más tarde quedé yo solo”. Jovino nunca supo, según expresó, ni los detalles del plan de huida, ni cómo se consiguió desarmar a los guardianes del fuerte.
Pero estaba fuera, parecía haber esquivado a los perseguidores y quería aprovechar las pocas fuerzas que le quedaban para seguir adelante.
Según contó en su relato a Solidaridad Obrera y tal y cómo relataríaa su familia sus recuerdos muchos años después, fueron 13 días de un auténtico periplo de angustia y miedo, pero también de tesón y esperanza.

Travesía en el monte“Comía hojas y hierbas, las que creía que pudieran serme buenas”. Iban pasando las jornadas. Jovino avanzaba de noche y se escondía por el día, pero los perseguidores seguían al acecho. Aún no habían recuperado a todos los fugados.
“Cada día me libraba, por verdadero milagro, de que me atrapasen”. Uno de los episodios más angustiosos que contaba Jovino fue cuando, ante el aliento cercano de sus perseguidores, se metió en un río. Nunca supo cual. Allí permaneció más de dos horas, mientras escuchaba a la patrulla gritar: “aquí se ha metido, y aquí lo hemos de encontrar”.
Los perros acudieron donde Jovino se encontraba, dentro del agua, ante los crujidos de una rama en la que se escondía y que se rompió. Contaba que llegó a extender su mano hacia el hocico de los canes en un intento desesperado de calmarlos para evitar que le delataran o le atacaran. Y lo consiguió. Los perros volvieron con la patrulla y le dejaron estar.
Fueron 13 días y 13 noches, cada cual peor, casi sin comida, sólo lo poco que podía encontrar, sin ropas, sin descansoy sin fuerzas.
En la última jornada de travesía se encontró con un pastor. Lo recordaba con barba y melena. Éste enseguida se dio cuenta de que Jovino era un fugitivo deSan Cristóbal. Aunque manipuladas, las noticias volaban.
Se ofreció a ayudarle, a traerle alimento al día siguiente. Pero en un primer momento, las fuerzas de Jovino sólo le llegaban para desconfiar.Finalmente se sincerócon el pastor y e escondió en otro lado a esperar. Y al día siguiente lo vio llegar con una cesta de comida. “Mira, allí es Francia, vas por esas cumbres y llegarás”.

Francia, ¿la libertad?Faltaba muy poco. Echó a correr hacia las montañas, durante horas, hasta que llegó a un pequeño pueblo, ya francés. Era 4 de junio de 1938. Jovino vio a los vecinoshacer corro entorno a él. No recordaría el nombre del pueblo ni la ruta que usó para llegar a él, pero estaba en Francia.
Explicó quien era. Las autoridades locales lo condujeron a Hendaya en el País Vasco Francés.Fue interrogado y acompañado por elcónsul español a descansar a un hotel.
Trece días después acababa una odisea para Jovino. Finalizaba un terrible episodio que pudo, cada día, costarle la vida.De hecho, así le ocurrió a centenares de sus compañeros. Sin embargo, ahora estaba libre. Estaba en Francia.
Pero Jovino no se iba a quedar allí. No por el momento. Creyó recuperar todas las fuerzas perdidas con el sueño de una sola noche.
Su mente ya maquinaba cómohacer pararegresar a casa. Pidió ser trasladado a Barcelona, en zona republicana.Sus convicciones eran claras. Ya había servido a la causa republicana durante algunos meses en Asturias y Cantabria.
Los suyos seguían peleando y él quería regresar para ayudarles. La prisión de San Cristóbal se lo había impedido en los últimos meses. Pero ahora ya estaba fuera de allí.
Fue ubicado en el cuartel de lucha antifascista Karl Marx de Barcelona, donde operó como teniente de Ingenieros, encargado de Transmisiones del 34 Batallón Divisionario de Ametralladoras, en el Segre y en Gerona . “Y ahora, otra vez soldado hasta el fin. Para eso quería salir de aquel infierno”.