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domingo, 17 de octubre de 2010

Un testigo desvela una fosa común en León con 9 lenenses enterrados


El colectivo de la Memoria Histórica de Lena contactará con los familiares «por si quieren emprender acciones»

El secretario de la Comisión de la Memoria Histórica, con Germán Mayora y Ángel Balbuena de pie.
El secretario de la Comisión de la Memoria Histórica, con Germán Mayora y Ángel Balbuena de pie. reproducción de fernando rodríguez
Pola de Lena, C. M. BASTEIRO

Los responsables de la Comisión de la Memoria Histórica de Lena se encontraron hace unos días en Geras de Gordón con Ángel Balbuena, un vecino de la zona que presenció el asesinato de nueve lenenses en el año 1937. El relato del leonés, que ahora tiene 87 años, sirvió para localizar el lugar exacto donde se produjeron las dramáticas muertes. Ahora, la Comisión intentará localizar a los familiares de las víctimas «por si quieren iniciar alguna acción».

Germán Mayora, presidente de la Comisión, explicó que «Ángel tiene una mente muy clara para ser un octogenario». De hecho, «puede revivir momento a momento lo que ocurrió en los montes de Geras de Gordón aquel trágico 10 de septiembre de 1937». El leonés entregó una carta a los responsables de la Comisión «para que sus palabras no se pierdan».

Balbuena dedicó su vida al pastoreo y «se conocía al dedillo los montes de la zona», explica Mayora. A principios de septiembre de 1937, cuando fue a atender a su rebaño, se encontró con ocho lenenses «que estaban escondidos». Poco a poco, fue trabando amistad con ellos, «les llevaba algo de leche, para que no lo pasaran mal».

El día en que murieron, Balbuena estaba en el monte «cuidando de mis ovejas y mis cabras». De repente, vio aparecer «soldados armados hasta los dientes y, en cuestión de minutos coparon la zona», narra en su carta. Los lenenses, que eran ocho, quedaron rodeados y, «para mayor desgracia, apareció un enlace y lo detuvieron». Según explica el leonés, «a este último joven lo cogieron, le interrogaron y le dieron tal paliza que era difícil saber dónde tenía la cara».

«Luego le dijeron que se marchara, y cuando el joven comenzó a correr le dispararon repetidas veces, hasta dejarlo hecho un guiñapo», continúa Balbuena. Los otros ocho no corrieron mejor suerte. «Quedaron todos muertos a la orilla del río, les saquearon y los dejaron medio desnudos, junto al puente de Paradilla, y ordenaron a un vecino que pasó por allí que los enterrara», explica.

Ángel Balbuena lo vio todo escondido tras la maleza. Puso tanto cuidado como el que ha puesto durante 7 décadas para guardar la historia. Ahora la ha contado, «porque son cosas que se tienen que saber», según explicó a los miembros de la Comisión de la Memoria Histórica, con quienes contactó a través de un músico de Lena que actuó en León, este verano, en una verbena.

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