Quince
vecinos fueron asesinados, siete pasaron por diferentes campos de
concentración y prisiones y otro más fue desterrado. No son cifras
espectaculares. El lector podrá decir que prácticamente en cualquier
localidad española un número mayor de personas fue asesinada durante la
Guerra Civil. Sin embargo, hay un dato importante. La Teyera, pueblo
asturiano donde se centra una nueva denuncia interpuesta por víctimas de
la dictadura, no tenía en 1936 más de 50 habitantes. Miembros de la
Guardia Civil y de Falange asesinaron a más de un cuarto de los
habitantes del pueblo en apenas cuatro años.
Miembros de la Guardia Civil y de Falange mataron a más de un cuarto de los habitantes del pueblo
"
Fue
una masacre. No hay derecho a que en la historia de este país sólo se
hable de reyes, reconquistas y guerras de independencia. ¿Por qué
no se habla del daño que hicieron quienes nos arrebataron la II
República?", se pregunta Joaquín Fernández García, nieto de una víctima
de la localidad, que junto a otros familiares de víctimas de la
localidad han denunciado estos hechos ante la embajada argentina en
Madrid adhiriéndose a la Querella Argentina contra los crímenes del
franquismo.
La Teyera es un pueblo diminuto que se encuentra en
Langreo (Asturias) a caballo entre los municipios de Sama de Langreo y
Mieres. En 1936 había unas "cinco o seis casas, que albergaban al doble
de familias, todas trabajadoras, vinculadas a la industria del carbón y
al cultivo de pequeñas propiedades de tierra". A pesar de ello,
constituía un importante valor para las fuerzas progresistas en la zona
gracias a su ubicación geográfica y a las sedes del Sindicato Minero y
de la Juventud Socialista Unificada.
Las huelgas mineras y la revolución asturiana de 1934 pusieron las cartas sobre la mesa. Todos se conocían las caras en la zona pero no todos compartían los mismos ideales.
"Las
huelgas mineras y el intento de revolución fue el punto de inflexión.
Ahí es donde los de izquierdas quedaron marcados y sus nombres quedaron
anotados en libretas. Una vez producido el golpe de Estado ya no tenían
cabida en el pueblo. Los persiguieron hasta llegar a la atrocidad",
denuncia Maximino Rodríguez, nieto de dos víctimas de la represión
franquista en la localidad.
"Los vecinos de izquierda fueron marcados y perseguidos hasta llegar a la atrocidad"
Los
dos primeros asesinatos se produjeron el 27 de octubre de 1937, sólo
seis días después de la entrada en Gijón de las tropas franquistas.
Fueron Vicente Rodríguez y Cecilio González. Ninguno había participado
en la guerra. A Vicente lo sorprendieron en la calle y a Cecilio fueron a
buscarlo a casa. Esposados iniciaron el camino hacia Santa Emiliano,
donde tenía el cuartel la Guardia Civil. "Pero no entran al cuartel. En
un monte cercano los someten a
las más crueles torturas hasta causarles la muerte.
Sus cuerpos son enterrados en el mismo monte (...) Y allí permanecerán
sus restos hasta 1952 cuando la familia consigue recuperarlos", señala
la denuncia, a la que ha tenido acceso
Público.
Con
la victoria definitiva de las tropas franquistas en la batalla del
Norte, miembros de la Guardia Civil, del ejército, falangistas y
mercenarios traídos de Marruecos comenzaron a instalarse en el pueblo
para operar en una amplia zona. "Lo que era un espacio de actividades
cívicas se convierte en escenario de violencia y muerte. Los ancianos,
las mujeres y los niños tienen que hacer su vida entre aquellas tropas
enloquecidas . Los jóvenes varones habían huido al monte o permanecían
ocultos en refugios de casas", prosigue el escrito.
"Un lugar para actividades cívicas se convirtió en un escenario de violencia y muerte"
A
partir de este momento, el número de víctimas va aumentando como un
goteo. Pocos días después fallece en la prisión de Avilés el vecino
Jesús Iglesias. El 4 de diciembre de ese mismo año dos hijos del
asesinado Vicente, que habían huido al monte, eran detenidos y
condenados posteriormente por un Consejo de Guerra a la pena de muerte.
Después fue descubierto en el monte y "acribillado a balazos" otro hijo
de Vicente, de mismo nombre. Carmen, la vecina que le protegía, fue
enviada al Campo de Concentración de As Figueiras (Castropol). Otros dos
hijos de Vicente también fueron perseguidos. Uno fue desterrado y el
segundo, junto a su esposa, fue enviado al mismo campo de concentración.
Apaleadas hasta la muerte
Una
vez eliminada la familia de Vicente, la violencia fascista se ceba con
la familia de la viuda Pilar Terente. Todo comenzó cuando su hijo mayor,
Belarmino Fernández, quien se niega a acudir al llamamiento de filas
del ejército franquista y huye al monte. La respuesta de la Guardia
Civil fue quemar el domicilio familiar dejando a la viuda y a cinco
hijos pequeños en la calle. Belarmino, de 17 años, sería encontrado
posteriormente en el monte y asesinado inmediatamente.
En octubre
de 1938, llegaría el turno de la propia Pilar y su vecina Amada Zapico,
cuyo marido estaba huido. La Guardia Civil las detuvo en su casa y las
condujo al mismo monte donde ya habían sido asesinados dos vecinos, las
asesinan y arrojan a una sima abierta por las explotaciones de la
minería del carbón. Joaquín Fernández, nieto de Pilar, recuerda para
Público la historia familiar que tantas veces ha escuchado en casa.
"Les cortaron el pelo, las violaron y les cortaron los pechos"
"Les
cortaron el pelo, las violaron y les cortaron los pechos. Mi padre, que
iba agarrada a sus faldas mientras la llevaban a la Guardia Civil, me
lo ha contado. En este trayecto de apenas 500 metros un agente le dio un
culatazo con el fusil y apartó a mi padre de mi abuela. Una vez solo
con las dos mujeres las tiró a las dos por la chimenea de una mina",
narra Joaquín a este medio. Argentina Zapico, hermana de Amada, de 90
años, aporta el siguiente testimonio a la denuncia:
"Yo misma en
persona, acompañada de Helia, hija de Pilar, fuimos a ver el lugar donde
las habían arrojado, después de asesinarlas. Era una chimenea de una
mina. Se podían ver sus cuerpos perfectamente, no estaban muy
profundos", detalla la hermana de una de las víctimas. Con el asesinato
de Pilar quedaban cinco niños con edades entre los 7 y los 16 años
huérfanos de padre y madre y completamente desamparados. Todos tuvieron
que irse del pueblo y servir como criados.
"Una tropa enloquecida"
El
siguiente en la larga lista de víctimas de la represión franquista de
este pueblo es Samuel Solís. Fue fusilado en el cementerio de San
Salvador de Oviedo. Después serían asesinados el marido de la ya
asesinada Amada, Tomás Fernández, además de Aladino García, Silvino
Iglesias, César Rodríguez y Eliseo Argüelles, todos ellos capturados en
la montaña. "Los cadáveres de los dos huidos [en referencia a César y
Eliseo] eran expuestos largo tiempo, como trofeos, en la plaza pública,
para asombro de la vecindad y regocijo de sus carniceros", refleja la
denuncia. Por las mismas fechas, otro joven cecino, Manuel González,
fallece en el Penal del Dueso (Santander).
"Los cadáveres de los dos huidos eran expuestos largo tiempo, como trofeos, en la plaza pública"
La
última persona en morir será la viuda de Vicente Rodríguez, Josefa
Zapico. El 27 de octubre de 1941 esta mujer ya había sufrido destierro y
había visto morir a su marido a dos de sus hijos y condenar a pena de
muerte a otros dos. Sin embargo, no fue suficiente pena para sus
verdugos. Ese mismo día, según describe la denuncia, una "tropa
enloquecida entra en la casa violentamente. Le gritan. La insultan. La
golpean con rabia, con fusiles y bastones. La tumban al suelo y la
patean. La arrastran. Se ensañan con su cuerpo exhausto hasta límites
inenarrables. Acaban con su vida y allí abandonan el cadáver".
Perseguidos
La
persecución que vivieron sus familias también les afectó a los
denunciantes, a pesar de no haber vivido la Guerra Civil. Joaquín
recuerda cómo cuando tenía 10 años (corría el año 1962) y escanciaba
sidra en el bar de sus padres cuatro falangistas entraron en el bar
destrozando todo a su paso y propinaron a su padre varios golpes con
sillas y botellas. "Me acuerdo que mis padres denunciaron el asalto pero
la consecuencia fue que nos tuvimos que cambiar de pueblo también",
recuerda Joaquín.
"No fuimos nosotros los que hicimos las cosas mal, fueron ellos. Y encima nos mataron"
Ahora,
estos descendientes de las víctimas se han decidido a dar el paso y
presentar las denuncias en nombre de sus tíos y abuelos. Argentina
representa una puerta abierta a la esperanza. "Mi padre tenía ganas de
denunciar y yo también. Lo hago por él y para que este país sepa lo que
ha pasado hace no tanto tiempo. Lo tiene que saber todo el país. No
fuimos nosotros los que hicimos las cosas mal. Fueron ellos. Y encima
nos mataron", sentencia Joaquín.
http://m.publico.es/534841